La excusa es el acto y resultado de excusar (es decir, de enumerar razones o causas para despojarse de eventuales culpas; liberar a alguien de una obligación o responsabilidad; o impedir que algo perjudicial se concrete). La excusa, por lo tanto, constituye un pretexto que se aprovecha para evitar obligaciones o disculpar alguna omisión.
Por citar algunos ejemplos de uso: “El niño me presentó una excusa descabellada para justificar que no había hecho su tarea, “No quiero más excusas: cumple con lo que prometiste o te meterás en problemas”, “No es una excusa, te juro que quise llamarte pero mi teléfono no tenía señal”, “Excúseme señor, no tuve voluntad de hacerle daño”.
La excusa para ocultar una motivación
Este concepto, además, suele emplearse para simbolizar una motivación oculta o que no está considerada como válida: «Estados Unidos invadió Iraq en 2003 con la excusa de buscar las armas químicas que mencionaban sus propios reportes de inteligencia. Dichas armas nunca aparecieron y hay quienes sostienen que el verdadero motivo de la invasión fue la voluntad de quedarse con el petróleo del país asiático».
Los golpes de Estado, en este marco, suelen llevarse a cabo con la excusa de quitar del poder a un gobierno ilegítimo o que viola la Constitución. Sin embargo, dichas acciones siempre esconden otras motivaciones ideológicas, políticas o comerciales. La excusa, de esta manera, no constituye un motivo real, sino que enmascara otra voluntad.
Acerca de la culpa
Las excusas son algo muy personal, y es necesario aclarar que en algunos casos quien comete un error e intenta justificar sus acciones, lo hace de manera legítima, ya que realmente no cree haber actuado de manera irresponsable o descuidada. Sin embargo, como sucede con otras cuestiones, estas historias se pierden en un mar de otras que se basan en mentiras para evadir la propia culpa. Los seres humanos somos expertos en buscar explicaciones para nuestros fallos que consigan convertirnos en víctimas; olvidamos que equivocarse es inherente a nuestra especie y que nuestras equivocaciones son piedras preciosas que encontramos en el camino, ya que nos permiten crecer y evolucionar.
Lamentablemente, esta actitud se cultiva en nosotros desde que nacemos, a través de nuestros padres. Ellos cometen faltas, como cualquier ser humano, y es sano que un niño advierta los errores de sus mayores, para entender desde el comienzo que la perfección no existe; sin embargo, cuando comienza a presenciar la justificación desmedida, se forma en su mente un miedo a equivocarse y una necesidad imperiosa de ocultar cualquier paso en falso.
Así nos desarrollamos, aprendiendo a culpar a los maestros por nuestras calificaciones bajas, al gobierno por nuestra falta de dinero, a la sociedad por nuestras actitudes vandálicas y, como nadie puede escapar de sus responsabilidades, a nuestros padres por cualquier problema que no podamos adjudicar a nadie más. Las excusas son como una droga, y las personas que dependen de ellas no consiguen lo que buscan, probablemente porque no buscan lo que realmente necesitan o porque no tienen un objetivo concreto.
No es agradable tratar con aquéllos que lo justifican todo en lugar de asumir sus responsabilidades, pero es necesario entender que existe un problema de raíz que los impulsa a escudarse todo el tiempo y que dicha actitud surge de la falta de conformidad con la propia vida. Quien considera que su accionar no representa un error no siente la necesidad de dar explicaciones ni se irrita si alguien se las exige.
La excusa en el derecho
La idea de excusa también se utiliza en el ámbito del derecho.
En este caso, se denomina excusa o excepción a una justificación de índole jurídico que el demandado presenta con el propósito de dejar sin efecto el accionar de quien presenta la demanda (como, por ejemplo, el abono de alguna obligación).