Una explosión es aquello que se produce cuando se libera violentamente una cierta dosis de energía que estaba atrapada en un espacio reducido, generando un repentino aumento de la presión y haciendo que se desprenda luminosidad, gas y calor. Las explosiones suelen incluir un fuerte ruido y la destrucción del envase que contenía la energía, la cual puede ser de origen térmico, nuclear o químico.
Por ejemplo: «La explosión en la refinería dejó como saldo dos personas muertas y una decena de heridos», «Al oír la explosión, todos nos arrojamos al suelo e intentamos protegernos», «La mayoría de los soldados dormía cuando una explosión sacudió la noche», «Ten cuidado: una falla en el motor podría generar una explosión».
Efectos de una explosión
La explosión -término procedente del latín explosio– suele generar consecuencias de destrucción que trascienden el lugar exacto donde se produjo la liberación de energía. Esto se debe a las ondas que causa la detonación o a las disimilitudes de presión subyacentes. Una bomba que estalla en un edificio puede destruir las construcciones adyacentes y romper los vidrios de las casas de los alrededores.
La Bomba del Zar generó la explosión de mayor poder producida por el hombre en toda la historia. Esta bomba de fusión de hidrógeno fue detonada por Rusia en 1961 y liberó una potencia de entre 50 y 57 megatones. Dicha detonación fue realizada con fines científicos sobre el archipiélago de Nueva Zembla, en el océano Ártico.
En marzo de 2011, Japón sufrió un terremoto seguido de un feroz tsunami en la costa noroeste. A raíz de tal catástrofe, un quinto de las plantas nucleares encargadas de suministrar energía eléctrica al país se vieron forzadas a cesar su actividad. Sin embargo, toda precaución fue insuficiente, dado que una explosión en la central de Fukushima puso en peligro a la población japonesa y afectó la zona en la que se contenía el núcleo.
Otros usos del término
El concepto de explosión tiene además varios usos simbólicos. El desarrollo espontáneo o sorpresivo de una cosa y la expresión violenta de un estado anímico también se conocen como explosiones: «Las dirigentes esperan una explosión tenística en los próximos años gracias a las históricas actuaciones de Michael Reojal», «Las palabras del gobernador generaron una explosión de júbilo entre los vecinos».
Las explosiones de ira son fenómenos comunes en muchas personas, aunque sorprendentes de manera particular para quienes no los sufren. Suelen asociarse con violencia injustificada, con una personalidad desagradable, o simplemente reducirse a insatisfacción emocional o profesional. Sin embargo, para entender las causas de un ataque de agresividad espontáneo y aparentemente carente de sentido, es necesario llegar hasta las raíces del individuo y analizar detenidamente su infancia.
Muchas veces, las razones de la inestabilidad emocional de una persona se encuentran en hechos que pasaron desapercibidos para su familia, pero que dejaron en ella una herida que no ha cicatrizado desde entonces. Los abusos, en todas sus nefastas formas, son la fuente más común de este tipo de personalidades, que suelen acumular ira a un ritmo mucho mayor de lo considerado normal, por cuestiones que no afectan a los demás, pero que responden a un patrón que se relaciona con los hechos traumatizantes de sus primeros años de vida.
Si bien cada individuo percibe el mundo y los eventos que lo rodean de una forma particular, lo cual invalida la precisión de un ejemplo, podría decirse que un hombre a quien su madre lo haya golpeado de manera reincidente y con violencia durante toda su infancia no pueda procesar con calma la imagen de una mujer regañando a su hijo, aun cuando la reprimenda no incluya una agresión física; si entonces este cuadro se le presentara en un espacio público, de acuerdo al grado de conocimiento y de autocontrol que la persona en cuestión tenga sobre sí misma, es posible que se abalance sobre la señora y la ataque, para sorpresa de los testigos.