Fábula es una palabra que proviene del término latino fabŭla. Tal como explica el diccionario de la Real Academia Española (RAE), se trata de un relato de ficción que carece de gran extensión, puede estar desarrollado en verso o prosa y tiene como principal característica su voluntad didáctica. Lo habitual es que la fábula enseñe a través de una moraleja que cierra la historia en cuestión.
Por ejemplo: «¿Conoces la fábula de la hormiga y la cigarra?», «De chico me fascinaban las fábulas», «El abuelo Tomás me contó una fabula sobre la importancia de cuidar la naturaleza».
Las fábulas pueden presentar como protagonistas a seres humanos, animales (con antropomorfismo) y otras clases de criaturas. Como género literario, se trata de una narración breve que finaliza con alguna enseñanza.
Origen de las fábulas
Los historiadores afirman que las fábulas surgieron cuando los esclavos grecorromanos dedicados a la pedagogía buscaban transmitir nociones éticas a los pequeños. Estas instrucciones respetaban la moral pagana e indicaban que las virtudes naturales de las cosas no podían cambiarse. Con el cristianismo, por el contrario, la narrativa de las fábulas comenzó a incluir la posibilidad de cambio dentro de la conducta humana.
Muchos son los autores que, a lo largo de los siglos, han llevado a cabo la creación de fábulas con el objetivo de entretener, de enseñar y de mostrar sus cualidades literarias. Entre ellos destaca, sin lugar a dudas, el francés Jean de La Fontaine, quien realizó durante el siglo XVII una gran colección de obras enmarcadas en este tipo de género.
No obstante, tampoco podemos obviar el papel que jugaron otros escritores de gran relevancia en esta área como sería el caso de Boisard, Jean Pons Guillaume Vennet o el polaco Ignacy Krasicki, que adquirió una gran fama en el período de la Ilustración.
Principales características
De manera similiar a las parábolas, las fábulas recurren a alegorías y simbolismos para transmitir sus enseñanzas. Los fabulistas suelen apelar a la personificación de los animales, atribuyéndoles rasgos humanos.
La caracterización de los personajes es central en las fábulas. A través de sus actitudes y de las conductas que desarrollan en la trama, el narrador muestra las distintas consecuencias de las acciones. Así, en la estructura de la historia, quien actúa correctamente es premiado, mientras que aquel que no respeta los valores convencionales recibe algún tipo de castigo. Por eso la fábula es un relato didáctico y un cuento moral.
Ejemplos de fábulas
Muchas fábulas forman parte del folklore y la sabiduría popular. «La tortuga y la liebre» (o «La liebre y la tortuga»), por ejemplo, es una fábula muy conocida que propone una reflexión sobre la soberbia, la arrogancia, el respeto, la humildad y la constancia.
«El lobo y el cordero», en tanto, muestra que quien desea hacer el mal no está dispuesto a razonar. La aplicación de la historia puede vincularse a lo que ocurre cuando hay un tirano: el diálogo no es posible, solo queda resistir y luchar por la libertad como mecanismo de supervivencia.
El aporte de Samaniego
A las fábulas mencionadas habría que añadir el trabajo de un escritor español cuyo nombre se identifica claramente con el género pues consiguió crear una amplia colección de obras que han conseguido sobrevivir al paso del tiempo y que han ido pasando de generación en generación. Nos estamos refiriendo a Félix María Samaniego.
Este autor, nacido en Álava en 1715, se caracterizó porque utilizó el verso para realizar sus fábulas y porque ellas estaban cargadas de una gran crítica a determinadas costumbres o normas morales, a las actitudes llevadas a cabo por los políticos de aquel momento y a personajes de la sociedad que no eran precisamente un dechado de virtudes.
Entre sus fábulas más conocidas y que, como decíamos anteriormente, han llegado de manera muy activa hasta nuestros días, se encuentran «La cigarra y la hormiga» y «La zorra y las uvas», dos clásicos de la literatura infantil.
Fábula como adjetivo
El término fábula también se utiliza en algunos países como un adjetivo coloquial que destaca algo como muy bueno o extraordinario.
Algo que «está de fábula», en este sentido, es maravilloso, sorprendente, de gran calidad, etc.: «La fiesta de anoche estuvo de fábula», «Ayer vi una película de fábula sobre tres dragones que recorrían el mundo en búsqueda de aventuras», «¡Qué partido de fábula! Hubo tres goles en cinco minutos».
Como se puede apreciar, en estos casos no hay alusión a una cuestión didáctica. Lo que se menciona como «de fábula» no pretende transmitir una enseñanza, sino que simplemente es algo que se destaca positivamente.
Retomando los ejemplos mencionados, una fiesta «de fábula» resulta muy divertida, así como un filme con este calificativo es sumamente entretenido. Lo mismo puede indicarse respecto a un encuentro futbolístico: si en cinco minutos se anotaron tres goles, los espectadores tuvieron muchas emociones y pudieron disfrutar de un partido con características inusuales.