Gigante azul es una estrella de luminosidad elevada y una temperatura superficial alta. Gran parte de ellas son de clase espectral B, aunque también hay algunas de tipo espectral O (como el caso de la HD164492A perteneciente al cúmulo estelar abierto llamado Collinder 360, en la nebulosa Trífida).
Suelen tener una magnitud absoluta de entre -5, -6 o más y enmarcarse en una fase de evolución estelar que no se prolonga demasiado en el tiempo. De acuerdo a quienes las contemplan y examinan, estas estrellas concluyeron la etapa de fusión nuclear de hidrógeno y avanzan hacia un periodo caracterizado por una expansión y un enfriamiento que deriva en la aparición de gigantes rojas.
Es interesante tener en cuenta que, aunque las denominaciones sean similares, gigante azul no es sinónimo de supergigante azul (clase de estrella sumamente activa, de temperatura elevada y mucha luminosidad que deja como residuo un agujero negro o una estrella de neutrones) ni de estrella azul de secuencia principal (cuya particularidad es su ritmo lento para girar a raíz de fusiones estelares).
Características de una estrella gigante azul
Toda estrella gigante azul posee características que permiten diferenciarlas del resto de los objetos astronómicos luminosos.
De querer localizarlas en el gráfico bautizado como diagrama de Hertzsprung-Russell, por ejemplo, hay que dirigir la mirada hacia el lado izquierdo del sector superior. Estas formaciones, por lo general, se localizan en cúmulos estelares y están relacionadas a estrellas que presentan una alta masa. Además, no pasan desapercibidas dado su intenso brillo y su considerable tamaño.
Un porcentaje significativo de su radiación electromagnética es emitido en el área ultravioleta que figura en el espectro electromagnético, llegando a brillar con un tono blanco azulado.
Importancia
A las gigantes azules se las suele valorar en función de su rol como componentes del universo. Son importantes, aseguran los especialistas, en el desarrollo de elementos pesados como los casos del hierro y del carbono.
Se las investiga desde hace mucho tiempo a fin de poder ampliar los saberes sobre ellas y develar incógnitas del ámbito de la astrofísica que las tienen como protagonistas.
Años atrás, por indicar una referencia específica, un equipo de astrónomos vinculado a la Australian National University trabajó sobre la estructura interna de una brillante gigante azul llamada Beta Crucis que se ha adoptado como imagen de diferentes banderas. Esta estrella que integra la constelación de la Cruz del Sur, sostuvieron los científicos, era casi quince veces más masiva en comparación con el sol. De acuerdo a la astrosismología, al menos en ese entonces la Beta Crucis sobresalía por ser la más pesada de las estrellas con cálculo concreto de antigüedad, ya que se estimó que tenía once millones de años. Para arribar a los resultados se combinaron tres recursos: más de una década de espectroscopía de alta resolución en la Tierra, polarimetría terrestre compilada tanto del observatorio Penrith y del observatorio astronómico de Siding Spring y una serie de mediciones efectuadas con satélites de la NASA en torno a la intensidad de la luz.
Temporadas antes de ese anuncio oficial centrado en Beta Crucis, gracias al telescopio espacial Hubble se consiguió identificar, en la parte central de la Vía Láctea, a una atípica variedad estelar que fue catalogada como rezagada azul. Estas formaciones aparentan ser más jóvenes que sus pares y podrían nacer teniendo como punto de origen a las estrellas binarias. La más masiva de ellas está inmersa en un proceso de evolución y expansión, mientras que la otra va ganando material surgido del dinamismo de su compañera. Se cree que hace miles de millones de años que no surgen estrellas en el bulbo central que posee la Vía Láctea, el cual ha quedado como zona para que estrellas parecidas al sol envejezcan y que se asiente más de una enana roja joven. En algún momento lejano hubo allí gigantes azules que terminaron explotando como supernovas, señalaron los especialistas.
Tampoco hay que pasar por alto que científicos del español Centro de Astrobiología hallaron en la ya citada Vía Láctea una región repleta de ardientes, brillantes y azuladas estrellas a punto de experimentar una explosión. Astrónomos de distintos países bajo el mando de investigadores de la Universidad de La Laguna y del Instituto de Astrofísica de Canarias, por su parte, pudieron dar con el paradero de una de las más luminosas y masivas formaciones de la Vía Láctea, una estrella clasificada como supergigante azul que se localiza detrás de una serie de nubes de polvo interestelar y gas. Se especuló, en la instancia de investigación, con la posibilidad de que ella (una estrella que ha sorprendido con su increíble capacidad para incrementar su velocidad de desplazamiento) pase a convertirse en una hipergigante azul (una categoría de las que no abundan, al menos, en la galaxia donde aparece el sistema solar y, asimismo, el planeta que habitamos los seres humanos.