El término gramófono deriva de Gramophone, una marca registrada. Un gramófono es un dispositivo que puede reproducir los sonidos registrados en un disco que gira.
Este instrumento fue el primero en apelar a un disco plano para grabar y reproducir el sonido. Antes de su invención, el sistema más utilizado era el fonógrafo, que recurría a un cilindro.
Desde finales del siglo XIX hasta la mitad de la década de 1950, el gramófono gozó de una gran popularidad. A partir de los años ’50, se masificó el uso del tocadiscos con discos de vinilo.
El alemán-estadounidense Emile Berliner (1851-1929) es señalado como el inventor del gramófono, a partir del desarrollo previo del fonógrafo realizado por Thomas Alva Edison. El gramófono no solo tenía las principales características del fonógrafo, sino que las perfeccionaba y permitía la duplicación masiva de los registros partiendo de un mismo molde.
Precisamente, el fonógrafo fue el primer dispositivo que ofrecía al usuario la posibilidad de grabar sonidos, pero tenía demasiadas limitaciones. Por esta razón, desde el presente es absolutamente entendible que tarde o temprano alguien se aventurara a mejorar su diseño par ampliar su funcionalidad.
Quizás la peor de estas limitaciones era la imposibilidad de producir muchas copias de una misma grabación; aunque hoy en día pueda parecer imposible de creer, los músicos que registraban sus trabajos a través de un fonógrafo debían interpretar las obras muchas veces para conseguir la publicación de los ejemplares. Dado que el gramófono dejó atrás esta molesta barrera para la difusión de la música, no es de extrañar el gran éxito del que gozó en su momento.
Otras de las ventajas del gramófono con respecto a su antecesor eran su menor costo de producción y un mecanismo mucho menos complejo de usar. La música nos ha acompañado desde tiempos inmemoriales, en un principio para amenizar el trabajo y más adelante para acompañarnos en todo momento, desde la época en la que debíamos ejecutarla nosotros mismos hasta la masificación de dispositivos portátiles como el walkman y el reproductor de MP3, pasando por supuesto por el fonógrafo y el gramófono, que ofrecieron a la gente la mágica posibilidad de escuchar a sus artistas favoritos en la comodidad del hogar.
Los gramófonos cuentan con un plato giratorio que hace que el disco gire. Una aguja pasa por las ranuras del disco en movimiento y produce las vibraciones que son captadas por las pastillas. Estas pastillas, a su vez, convierten las vibraciones en impulsos eléctricos que se pueden amplificar y proyectar. La parte del gramófono que sostiene la aguja y las pastillas en su lugar mientras el disco gira es el brazo.
En los primeros gramófonos, el propio usuario debía accionar una manivela para hacer girar el plato con el disco. Luego se creó un sistema automatizado para proporcionar energía estable y continua al plato.
Este avance a nivel tecnológico llegó gracias a la competencia natural que surgió entre el fonógrafo y el gramófono. Así como sucede al día de hoy con los ordenadores, los televisores y los teléfonos móviles, por citar tan sólo algunos de los aparatos más populares del mercado, los inventores de cada dispositivo intentaron superar a su contrincante. Esto llevó a que apareciera en escena Eldridge R. Johnson, quien consiguió automatizar el funcionamiento del gramófono, una mejora considerable. Claro que Edison no bajó los brazos, sino que agregó cilindros de cera al fonógrafo y permitió que las grabaciones alcanzaran los cuatro minutos de duración.
El gramófono, en definitiva, se enmarca en la era de la grabación mecánica o acústica del sonido. Luego, con el tocadiscos, se logró la grabación eléctrica. La evolución continuó con la grabación magnética (el casete) y la grabación digital (disco compacto, MP3, etc.).
