Antes de entrar de lleno en el significado del término heparina es necesario conocer, en primer lugar, su origen etimológico. En este caso, tenemos que establecer que deriva del inglés, concretamente de «heparin» que, a su vez, es fruto de la suma de dos componentes léxicos del griego:
-El sustantivo «hepar», que puede traducirse como «hígado».
-El sufijo «-ina», que se usa para formar nombres de sustancias.
La heparina es un polisacárido que actúa como anticoagulante, impidiendo que aparezcan trombos en los vasos sanguíneos.
Cabe recordar que los polisacáridos son carbohidratos (también llamados hidratos de carbono o glúcidos) compuestos por una cadena extensa de monosacáridos. Un monosacárido, a su vez, es un azúcar cuya descomposición en otro más simple no es posible mediante hidrólisis.
Retomando la idea de heparina, se trata de una molécula formada por una cadena de azúcares cuya característica principal es su elevada sulfatación. Este polisacárido presenta una secuencia de cinco azúcares que interactúan con proteínas que se encargan de coagular la sangre.
Al ser sintetizada por el organismo, se la considera como una sustancia endógena, aunque aún se desconoce su función biológica. De todos modos, también puede ser suministrada a nivel exógeno como anticoagulante: en este marco, la heparina es inyectada en la sangre para evitar que se formen coágulos o trombos.
La heparina suele usarse de modo preventivo en el marco de intervenciones quirúrgicas, durante los procesos de diálisis o tras un traumatismo. En dichas situaciones el riesgo de que se produzca un trombo embolismo venoso se acrecienta, por lo cual se inyecta heparina para prevenir el coágulo o, si ya se formó, para impedir que continúe creciendo.
Hay que establecer que el descubrimiento de la heparina se atribuye al trabajo llevado a cabo en el año 1918 en Estados Unidos por el pediatra Emmett Holt (1855 – 1924) y el fisiólogo William Henry Howell (1860 – 1945). Eso sí, hay que reconocer que los primeros pasos para llegar a ella fueron dados en 1916 por un estudiante de medicina llamado Jay McLean (1890 – 1957), que estuvo supervisado en todo momento por Howell.
Otro dato interesante al respecto es que la primera vez que fue usada en una persona fue en el año 1937, concretamente en abril y después de haber sido probada con perros.
Por sus beneficios, suele considerarse a la heparina como un medicamento esencial que permite la salvación de millones de vidas al año. Mientras que la heparina no fraccionada (es decir, la molécula entera) requiere de monitorización médica, la llamada heparina de bajo peso molecular puede ser inyectada por el paciente sin el monitoreo del profesional.
Además es importante saber que la heparina concomitante tiene un efecto anticoagulante inmediato, mientras que otros anticoagulantes, como sería el caso de los orales, consiguen un efecto completo en el plazo máximo de entre 48 a 72 horas desde que se utilizan.
Otro dato interesante es que la heparina que se puede inyectar el propio paciente lo habitual es que se pinche en la zona del abdomen que está entre las caderas.