Un herbicida es un producto químico que permite destruir las hierbas indeseadas. Se trata de un plaguicida cuya acción suele concentrarse en las hormonas de las plantas para impedir que los ejemplares crezcan.
Existen distintas clases de herbicidas. Algunos deben aplicarse sobre las plantas que se desean eliminar, mientras que otros se echan sobre el suelo para impedir el nacimiento de la maleza. Los plaguicidas de aplicación directa sobre la planta se degradan en el corto plazo; los que se aplican sobre el terreno, duran más tiempo.
Los herbicidas también pueden dividirse entre los selectivos y los no selectivos. Los herbicidas selectivos afectan a un tipo específico de planta, eliminando las indeseadas sin atentar contra el resto de los cultivos. Los herbicidas no selectivos, en cambio, destruyen una amplia variedad de plantas. Por eso suelen usarse en carreteras o en zonas industriales.
Es importante tener en cuenta que los herbicidas pueden provocar graves daños al medio ambiente, a los animales y a las personas. Por un lado, su toxicidad hace que sean sustancias que hay que administrar con reponsabilidad. Por otra parte, al eliminar ciertas plantas, en ocasiones las aves se quedan sin fuente de alimentación ni refugio. Los herbicidas también pueden llegar a alterar la fertilidad del suelo y, por lo tanto, atentar contra la productividad agrícola.
Uno de los herbicidas más polémicos es el glifosato. Definido como «probablemente cancerígeno para los seres humanos» por la Organización Mundial de la Salud (OMS), según Greenpeace este producto químico contamina el agua y el suelo, reduce la biodiversidad y perjudica a los polinizadores.
Dados los trastornos que los herbicidas pueden causar en el medio ambiente y la amenaza que representa para tantas especies de animales, muchas personas optan por elaborarlos de forma casera, con productos fiables, para mantener en orden sus jardines sin dejar de proteger a sus familias. Las malas hierbas son un problema real; quitarlas no es un capricho ni responde a una cuestión estética, sino una tarea necesaria para que las plantas gocen de buena salud y se desarrollen adecuadamente.
Una de las opciones más sencillas de preparar requiere simplemente el uso de agua hirviendo. Sí, basta con este ingrediente para matar las hojas y los tallos de las hierbas molestas que crecen en las grietas o que han invadido ciertas zonas del jardín que deseamos aprovechar. Este método es muy económico y fácil de llevar a cabo, pero acarrea el riesgo de quemaduras tanto en nuestro cuerpo como en el de quienes nos rodena. Sobra decir que al aplicar el agua debemos evitar que salpique sobre las plantas y flores que intentamos proteger.
Existe otra opción relativamente fácil de implementar, aunque bastante más peligrosa que la anterior: quemar la maleza. Esto mata la hierba de forma inmediata e impedirá que broten nuevas hojas. Para evitar quemar otras plantas, se recomienda comprar una herramienta fabricada específicamente para el desmalezamiento con fuego, que permite aplicar el calor directamente sobre la mala hierba. Si la zona es propensa a los incendios debemos prestar especial atención.
La sal de mesa común, también conocida con el nombre de cloruro de sodio, es otro de los productos que podemos usar para combatir la acción de la maleza. Basta con disolver una parte de sal en ocho de agua caliente y un poco de jabón líquido; una vez hecha la mezcla, la vertimos en una botella con rociador. Este eficaz herbicida ha sido muy usado a lo largo de la historia. Es importante señalar que la sal puede afectar negativamente el suelo, por lo cual se debe aplicar solamente en las zonas afectadas por la hierba.