Como un neologismo es como podemos clasificar al término histamina que ahora nos ocupa, cuyo origen etimológico se encuentra en el latín y en el griego. Y es que es fruto de la suma de dos componentes de esas lenguas:
-El sustantivo griego «histos», que puede traducirse como «tejido».
-El vocablo latino «amina», que es el resultado de la unión del radical «am-» y del sufijo «-ina», que se usa para darle nombre a ciertos productos químicos.
Asimismo, tenemos que subrayar que la primera vez que se usó el término como tal fue a principios del siglo XX. En concreto, fue en el año 1910 cuando se habló de él con su actual nombre por parte de los científicos británicos Patrick Playfair Laidlaw (1881 – 1940) y Henry Hallett Dale (1875 – 1968).
Se cree que le dieron ese nombre teniendo en cuentael término histadina que unos años antes había dado a conocer otro científico, en concreto el alemán Albretch Kossel (1853 – 1927).
Una histamina es una amina liberada por determinadas clases de células en el marco de una reacción inmunitaria. Las aminas, a su vez, son sustancias que derivan del amoniaco, formándose por el reemplazo de al menos un átomo de hidrógeno por radicales aromáticos o alifáticos. Una reacción inmunitaria, por su parte, es una respuesta del organismo ante el accionar de un antígeno.
La histamina, en definitiva, es liberada por algunas células mientras el organismo desarrolla una reacción inmunitaria. Las neuronas del sistema nervioso suelen encargarse de su síntesis y de su liberación; una vez que se encuentra fuera del sistema nervioso, la histamina actúa en diversos procesos fisiológicos.
Puede decirse que la histamina es una molécula producida por agentes biológicos. El ser humano la fabrica en las neuronas, pero también en los mastocitos, las plaquetas y otras células. La histamina presente en el cuerpo de una persona además puede ser elaborada por bacterias que se hallan en los alimentos consumidos o en la flora intestinal: las fuentes de histamina para el organismo, de este modo, pueden ser internas o externas.
Son varias las funciones que cumple la histamina. Por un lado, el organismo libera histamina en los tejidos y en la sangre cuando detecta un «enemigo» (una bacteria, un virus, un alérgeno, etc.). Por otra parte, la histamina participa de la producción de ácido clorhídrico y actúa como neurotransmisor con un rol clave en la adaptación al entorno y en el ciclo de sueño y vigilia.
Si la cantidad de histamina en sangre es excesiva, ya sea por una alergia, una intoxicación alimentaria, una enfermedad u otro motivo, pueden generarse diversos trastornos a partir de la unión de la histamina a sus receptores: desde congestión nasal y migraña hasta arritmia, taquicardia, picor, diarrea y dolores musculares. Para impedir estas afecciones, un médico puede suministrar un medicamento antihistamínico que se encargue de impedir la unión histamina-receptor.
Es importante conocer que comiendo pescado se puede sufrir una intoxicación escombroide, que es la que provoca la histamina que está presente en ese alimento y que viene a ser una toxina. En concreto, suele estar presente en pescados que pertenecen a la familia Scombroidae como son la caballa, el atún o incluso la macarela.
Sudor, enrojecimiento de la cara e incluso una notable inflamación de los ojos son algunos de los principales síntomas que indican la intoxicación por histamina citada.