Del latín hostilitas, hostilidad es la cualidad de hostil, que indica una actitud provocativa y contraria, generalmente sin motivo alguno, hacia otro ser vivo. El concepto permite hacer referencia a una acción hostil y a la agresión armada, de acuerdo al diccionario de la Real Academia Española (RAE).
La hostilidad, por lo tanto, implica una conducta abusiva y agresiva que puede reflejarse en violencia emocional o física, de mano de una sola persona, un grupo pequeño o una gran cantidad de gente y estar dirigida, de igual forma, a uno o más sujetos. Existe la hostilidad de una persona hacia otra, lo que supone un enfrentamiento entre dos sujetos, pero también la hostilidad de un país hacia otro (una situación que puede llevar a una guerra).
Distintas formas de hostilidad
Los niños que deben soportar el maltrato escolar, los adultos que sufren el abuso de sus parejas, los trabajadores que se enfrentan al acoso laboral y los extranjeros discriminados en su nueva tierra son algunas de las víctimas más comunes de la hostilidad en los distintos grupos sociales.
El comportamiento hostil puede cobrar diversas formas; en algunos casos, se trata de actitudes sutiles, que pueden constar de frases con tono irónico, de burla o en la antipatía misma. Por ejemplo: “Néstor siempre me pregunta por mi esposa, aunque sabe muy que nos divorciamos luego de que me fuera infiel”.
En otras ocasiones, en cambio, la hostilidad es más directa, con actos y expresiones verbales que buscan importunar o intimidar a la persona hasta causarle un daño físico o emocional: “Si lo único que sabes hacer es decir estupideces, mejor quédate en silencio”, “Un compañero de clase me empujó por las escaleras porque descubrió que soy gay”, “No me interesa tu opinión; nunca aportaste ninguna idea inteligente en esta empresa”.
La incidencia de la timidez
Las personas tímidas suelen ser tomadas por antipáticas por quienes no las conocen bien y, muy a menudo, sus actitudes son consideradas hostiles. Analizando el comportamiento que genera la timidez extrema en un individuo, se descubre que el resultado de sus acciones, así como el impacto que estas causan en su entorno, es prácticamente opuesto a lo que esperaba. Cuando alguien tiene serios problemas para relacionarse con los demás, las razones suelen girar en torno a la falta de autoestima o amor propio, lo cual puede verse como un exceso de valoración de los demás.
Una conversación con un ser tímido suele incluir acotaciones poco frecuentes, oraciones muy cortas y silencios incómodos; del mismo modo, puede suceder que interrumpa el encuentro de manera inesperada y deje a su interlocutor con la palabra en la boca. Sobra decir que no se trata de una experiencia grata, pero es importante resaltar que, en primer lugar, tampoco lo es para el autor. Alguien que se considera menos importante, agradable o interesante que el resto de las personas jamás intentaría a nivel consciente hacer nada de lo que se lista al comienzo de este párrafo; casi por el contrario, daría lo que fuera por no tener que actuar en absoluto frente a otra persona.
Al tomar en cuenta las sensaciones que debe atravesar un individuo que sufre de timidez, es fácil entender que nunca intenta ser hostil en el trato con los demás, sino que no tiene control sobre sus acciones cuando se siente observado. Cabe señalar, sin embargo, que cada ser vivo percibe la realidad de una forma única e irrepetible, basado en la innumerable serie de experiencias pasadas que lo han marcado, que han esculpido su carácter. Si bien es posible revisar momentos puntuales de nuestra historia y modificar la opinión que tengamos acerca de otra persona, no se puede borrar ni eliminar un sentimiento o una sensación, aunque el tiempo pruebe que uno estaba equivocado.