Humillación, del latín humiliatio, es la acción y efecto de humillar o humillarse (herir el amor propio o la dignidad, abatir el orgullo). Cuando una persona es humillada, siente vergüenza. Por ejemplo: “No voy a aceptar otra humillación por parte de mi jefe”, “Nunca sentí tanta humillación como cuando mi madre me dio una cachetada frente a todos mis compañeros”, “La humillación se completó con el sexto gol del equipo visitante”.
Dado que la dignidad es algo difícil de definir o acotar, la humillación es un concepto sin significado preciso. Algunas cuestiones que pueden resultar humillantes para ciertas personas pueden no serlo para otras.
La humillación vinculada al trabajo
En el ámbito profesional existe una gran diversidad de puestos de trabajo y éstos se ubican en una supuesta jerarquía que los agrupa según su importancia frente a la sociedad; por ejemplo, ser abogado y trabajar para una firma reconocida suele ser motivo de orgullo, mientras que tener un puesto de encargado de la limpieza suele causar el efecto contrario.
Dadas estas crueles divisiones que el ser humano se esfuerza por trazar, si alguien con estudios universitarios se ve forzado a realizar una tarea considerada de baja categoría, es probable que sienta una profunda humillación y que intente ocultarlo.
Denigración y tortura
Los actos que denigran públicamente las creencias de un individuo también se consideran como humillaciones. La religión suele ser uno de los blancos más comunes de burlas y menosprecio, especialmente cuando su práctica incluye el uso de accesorios y vestimenta particulares.
La humillación puede considerarse como una forma de tortura ya que busca menoscabar la dignidad del ser humano. De hecho, cuando un régimen aplica torturas físicas, suele acompañarlas con humillaciones para destruir moralmente a la persona.
Es importante señalar que la humillación tiene lugar en el día a día de millones de personas con vidas aparentemente normales, y que muchas de ellas ni siquiera son conscientes de sufrirla. Por lo general, para que se dé la humillación debe existir un lazo muy estrecho entre quien la practica y quien la recibe, o bien un odio muy intenso justificado en diferencias ideológicas.
Humillación en la infancia
Los niños suelen recibir humillaciones por parte de sus mayores o de personas de su misma edad que sienten un profundo temor ante su forma de ser o de pensar; lamentablemente, son comunes las historias de padres que torturan psicológicamente a sus hijos por considerar que sus esfuerzos por satisfacerlos nunca son suficientes, y de estudiantes que agreden física y psicológicamente a quienes no muestran una sexualidad muy definida, por citar dos de los tantos ejemplos posibles.
Es precisamente la infancia el momento en el cual somos más vulnerables a este tipo de ataques, y muchos no consiguen superar sus heridas, de manera que permanecen en ese estado de susceptibilidad a la humillación por el resto de sus vidas. Para un niño cada día es un descubrimiento: conceptos nuevos que lo confunden, exigencias de todo tipo que ponen a prueba su paciencia y su entendimiento, reglas que por razones muchas veces ausentes deben cumplir.
Los primeros años de nuestra vida son suficientemente difíciles de atravesar, aun cuando nos quieren y nos respetan; si a esta enigmática ecuación le agregamos una variable que anule constantemente nuestros esfuerzos por hallar la solución, es probable que la oscuridad nos invada y, con el tiempo, nos impida ver más allá de la humillación.
De vez en cuando, durante la niñez, todos necesitamos de palabras alentadoras por parte de nuestros mayores para alimentar nuestra seguridad en nosotros mismos, así como de indicaciones para mejorar y corregir nuestros errores; el equilibrio constante es imposible de alcanzar, pero con una dosis espontánea de aprobación y sanas reprimendas, podemos aspirar a un buen desarrollo emocional. La humillación, sin embargo, no es una reprimenda, sino un intento de bloquear a la otra persona, de avergonzarla al punto de eliminar sus fuerzas y sus deseos de existir.
Una parafilia
Cabe destacar que la humillación aparece en ciertas parafilias que asocian esta cuestión al placer sexual.
En estos casos, la persona puede propiciar la humillación o recibirla, dependiendo de aquello que le genera excitación.