El vocablo latino impavĭdus derivó, en nuestro idioma, en impávido. Se trata de un adjetivo que se emplea para calificar a quien se mantiene impasible y estoico frente a una situación de riesgo, peligrosa o tensa.
Por ejemplo: “Pese a los gritos y las amenazas de los delincuentes, el hombre permaneció impávido y nunca perdió la calma”, “El candidato oficialista logró quedarse impávido y no entró en el juego del líder opositor, quien pretendía elevar el tono del debate”, “El adolescente aguantó impávido los insultos hasta que los matones se marcharon”.
Aquel que logra permanecer impávido no pierde la serenidad. El miedo no consigue doblegarlo y, de este modo, puede actuar con frialdad, sin dejarse llevar por el terror ni las pasiones.
Imaginemos a un policía tratando de calmar a un grupo de personas que protestan por el asesinato de un vecino en el marco de un robo. Exaltados, estos individuos insultan al integrante de la fuerza de seguridad y le reclaman una solución ante la problemática de la inseguridad. Pese a la situación tensa, el policía permanece impávido y les explica a los manifestantes las diferentes acciones que su fuerza lleva a cabo. El agente, en este marco, comprende el malestar y la angustia de la gente, y por eso procura no perder la calma pese a las agresiones verbales que sufre y las acusaciones que debe enfrentar.
Es importante señalar que este término no es muy común en el habla cotidiana, aunque sí podemos encontrarlos en el ámbito del periodismo y, por supuesto, en la literatura. Para entender en mayor profundidad su significado y sus matices, es necesario remitirnos a un diccionario de sinónimos, donde encontraremos palabras como las siguientes: denodado, valeroso, intrépido e impasible. Si bien todas ellas no son adecuadas para sustituir a la original en cualquier ejemplo, sus respectivos significados nos pueden servir para ampliar el concepto.
Pensemos en el primer ejemplo expuesto en el segundo párrafo de este artículo: un hombre se encuentra en una situación de peligro en la que un grupo de delincuentes lo amenazan y le gritan; sin embargo, él permanece impávido. Podríamos intuir que se trata de una persona intrépida y valerosa, que es capaz de resistir el impulso de salir corriendo o de atacar a sus agresores, y escoge una actitud de aparente calma, la cual puede traerle mejores resultados.
En el segundo ejemplo, sin embargo, quizás adjetivos como intrépido o valeroso no sirvan para reflejar la verdadera actitud del político que decide ignorar las provocaciones de su opositor, ya que no se trata de una situación de peligro; en este caso, probablemente sea más adecuado decir que permaneció impasible.
Como podemos apreciar, el concepto de impávido tiene una clara raíz etimológica que nos habla de una actitud de indiferencia ante el miedo, pero también posee varios matices que nos hablan de serenidad, de calma y que incluyen situaciones con un amplio grado de peligro, desde una amenaza simbólica a una posición laboral hasta el riesgo de sufrir graves heridas físicas, por ejemplo.
El sustantivo vinculado a este adjetivo es impavidez, y se trata de un rasgo que algunos aseguran nace con nosotros mientras que otros creen que es posible desarrollar esta serenidad de ánimo ante el peligro. La primera postura relaciona la impavidez con una característica inmutable de la personalidad; la segunda, en cambio, abre las puertas a aprenderla a través de la experiencia, para volvernos más fuertes ante la adversidad.
“Impávido”, por último, es el título de una película española estrenada en 2012. El filme, dirigido por Carlos Therón, gira en torno a las andanzas de un ladrón de automóviles.