El diccionario de la Real Academia Española (RAE) reconoce tres acepciones del término imponderable. En los dos primeros significados, el concepto se utiliza como adjetivo para calificar a aquello que no se puede pesar o que excede cualquier tipo de ponderación.
En el terreno de la física, antiguamente se creía que existía un fluido invisible que llenaba el espacio y que, al vibrar, transmitía el calor, la luz y el resto de las formas de energía. Según esta hipótesis, dicho fluido -bautizado como éter– era imponderable (no había forma de pesarlo o cuantificarlo).
El uso más común de la noción, de todos modos, está vinculado a lo que no se puede prever o cuyos efectos resultan imposibles de calcular. Lo imponderable, en este marco, es imprevisible.
Por ejemplo: “Salvo que ocurra algún imponderable, este fin de semana nos iremos a descansar a una cabaña en las sierras”, “El entrenador ya ha definido quiénes serán los jugadores que saldrán a la cancha en el debut del seleccionado en la Copa del Mundo, aunque siempre puede haber un imponderable que obligue a modificar los planes”, “El cierre de la empresa nos resultó imponderable ya que no hubo ninguna señal de alarma”.
Supongamos que una familia se prepara para salir de vacaciones. El grupo ya tiene los pasajes para volar desde su ciudad de residencia hacia un destino turístico del extranjero. Mientras estas personas se encuentran en el aeropuerto esperando el horario de despegue, los trabajadores de la terminal aeroportuaria de pronto se declaran en huelga y se niegan a realizar los trámites para que los pasajeros puedan embarcar. El paro fue decretado de forma repentina, sin ningún tipo de aviso. Por eso, para la familia en cuestión se trata de un imponderable que, al menos momentáneamente, le impide viajar.
El término imponderable no es muy común en el habla cotidiana, y por esta razón puede resultar muy útil remitirnos a sus sinónimos para comprender con mayor amplitud su significado y sus matices. En este caso en particular, podemos encontrar dos grandes grupos, que se presentan a continuación: por un lado están inestimable, inconmensurable, inmejorable, inapreciable e insuperable; por otro, tenemos azares, imprevisible, eventualidades, contingencias y riesgos. Con respecto a los antónimos, el más común de ellos es previsión.
A simple vista, en la segunda lista de sinónimos podemos notar un detalle bastante particular: hay varios sustantivos, en lugar de adjetivos. Lejos de tratarse de un error, esta peculiaridad responde al hecho de que el propio término imponderable puede actuar como adjetivo (cuando lo usamos para describir aquellas cosas que no podemos pesar o que exceden cualquier ponderación) o como sustantivo (en los casos en los que denota una situación imposible de prever o que tiene consecuencias inestimables).
Si volvemos a mirar dos de los ejemplos expuestos en los párrafos anteriores, podremos notar casos en los cuales el término se usa con su función sustantiva: cuando se habla de la Copa del Mundo y la definición de la plantilla, que sólo cambiará si surge un imponderable; en la situación de la familia que no puede viajar a causa de un imponderable, más precisamente de la huelga repentina por parte de los trabajadores del aeropuerto.
La relación entre las dos acepciones principales de esta palabra puede parecer difícil de establecer en un primer momento; sin embargo, si pensamos que algo que no se puede pesar es también invisible o al menos imperceptible para el ser humano, podemos concluir que del mismo modo será imposible de prever. Dicho esto, resulta entendible que no haya muchos antónimos, ya que en general las cosas que no son imponderables, simplemente son «normales«.