El término impotencia deriva del vocablo latino impotentĭa y refiere a la falta o insuficiencia de poder para concretar una cosa, a la imposibilidad de los varones para concluir el coito o a la incapacidad de tener descendencia.
Por ejemplo: “Sentí mucha impotencia al no poder defender a mi hijo”, “El jugador mostró su impotencia al golpear de atrás a un rival”, “Conozco un sexólogo que puede ayudarte a tratar la impotencia”.
En ocasiones, el concepto de impotencia se asocia a la idea de incapacidad o ineptitud. Un tenista puede mostrar su impotencia al ser derrotado con claridad por un rival. En este caso, la impotencia además puede vincularse a la frustración. El tenista que perdió reflejará su impotencia en una cierta postura corporal, en sus gestos o hasta en declaraciones que realiza durante o después del partido.
Impotencia sexual
Los profesionales de la salud, en cambio, hablan de impotencia sexual para mencionar la incapacidad del hombre para mantener una relación sexual o para procrear. En este marco, es posible distinguir diferentes clases de impotencia de acuerdo a la disfunción en cuestión.
La denominada impotencia erigendi (más conocida como disfunción eréctil), por ejemplo, es la imposibilidad sostenida en el tiempo de conseguir o mantener una erección. Las causas más frecuentes de la impotencia erigendi son físicas, como una enfermedad o una lesión. Cuando las causas dependen de un proceso mental, se habla de impotencia psíquica.
Causas de la disfunción
La ansiedad, el estrés o la depresión son algunas de las situaciones mentales que pueden dar lugar a que un hombre sufra esta mencionada impotencia. Pero no sólo aquellas también los profesionales establecen como posible origen de la misma la falta de ejercicio físico, el sufrir insomnio, el encontrarse en un momento de fracaso laboral o la fatiga.
A nivel físico, como ya hemos expuesto anteriormente, las causantes de que el hombre tenga que hacer frente a este problema sexual pueden ser varias. No obstante, podríamos clasificarlas en las siguientes categorías:
Vasculares. Diabetes, trastornos en lo que respecta a los niveles de colesterol, enfermedades de tipo cardíaco o hipertensión son algunas de las patologías que primordialmente se engloban en este apartado.
Hormonales.
Farmacológicas. El tener un tratamiento para paliar una enfermedad concreta puede suponer que la ingesta de los medicamentos oportunos pueda dar lugar a sufrir impotencia.
Neurológicas. Padecer esclerosis múltiple, tener lesiones en la médula espinal o haber sufrido problemas en la pelvis son tres de las causas más frecuentes dentro de esta categoría.
Tratamientos contra la impotencia
Diversos son los tratamientos que existen para conseguir que el paciente ponga fin a su problema de impotencia. Entre ellos se encuentran la ingesta de fármacos concretos como la Levitra o la Viagra, el tratamiento hormonal o el asesoramiento psiquiátrico, que se utilizarán en función del origen y causa del citado trastorno sexual.
No obstante, también existen remedios caseros que, en cierta medida, pueden ser de utilidad tales como la toma de ginseng, trigo germinado o ensaladas con alfalfa.
La impotencia generandi (también citada simplemente como esterilidad), en cambio, se caracteriza por dejar a quien la padece sin la posibilidad de tener hijos aún cuando la penetración se concreta sin mayores inconvenientes. Esto puede deberse a un mal funcionamiento de los órganos sexuales o a la producción defectuosa de gametos (óvulos o espermatozoides, según el género).