El vocablo latino incertus llegó al castellano como incierto. Este adjetivo suele usarse para calificar a aquello que resulta desconocido o que no es seguro.
Por ejemplo: «El futuro del futbolista colombiano es incierto: mientras se recupera de una lesión, rescindió el contrato con su club», «La votación comenzó hace algunas horas pero el resultado es incierto», «Ante la renuncia del presidente, el panorama es incierto».
El término incierto también puede emplearse con referencia a lo que no es verdadero o cierto, de acuerdo a lo indicado por la Real Academia Española (RAE) en su diccionario: «Los dichos del ministro son inciertos, ya que nuestro gremio siempre estuvo dispuesto a dialogar», «Es incierto que el nivel de desempleo haya disminuido: por el contrario, creció en los últimos meses», «Juan dijo que me iba a dar empleo en su empresa, pero eso fue incierto ya que nunca me llamó».
Supongamos que un grupo de médicos someten a un paciente a un tratamiento experimental para intentar que supere una rara enfermedad que pone en riesgo su vida. Más allá de los conocimientos de los profesionales y de los análisis que llevaron a cabo, por tratarse de un nuevo tipo de tratamiento sus efectos son inciertos: recién podrán comprobarse una vez que se produzcan.
En el lenguaje cotidiano, en definitiva, se denomina incierto a aquello que es imposible determinar cómo se concretará, qué características tendrá o de qué manera se desarrollará. Si un adolescente se escapa de su casa luego de discutir con sus padres, puede decirse que partió con rumbo incierto, ya que nadie sabe adónde se dirigió.
En los ejemplos expuestos en los párrafos anteriores podemos advertir diferentes matices en el significado del término incierto. Por un lado, se encuentran aquellas situaciones que dependen del azar o de las acciones de terceros; se trata de casos en los cuales nuestras propias decisiones no cuentan o lo hacen en un grado poco relevante a la hora de determinar el resultado.
Cuando nos encontramos atravesando un momento incierto de este tipo, por lo tanto, nuestra estabilidad emocional tiende a fluctuar y nuestro ánimo a descender, ya que no es agradable sentir que no tenemos control sobre nuestras propias vidas.
Por otro lado podemos observar las situaciones en las cuales el aspecto incierto depende de manera exclusiva o en gran parte de nosotros, de nuestras acciones y decisiones. A pesar de estas distinciones, es importante señalar que no siempre es fácil saber ante que tipo de incertidumbre nos encontramos, ya que existen «zonas grises» que pueden ubicarlas en ambas, según el punto de vista.
Si retomamos el ejemplo del futbolista que sufre una lesión, es correcto decir que su futuro profesional es incierto, ya que depende en gran parte de su recuperación, la cual esta ligada a diversos factores que escapan a su voluntad, como ser su estado de salud, la calidad de los tratamientos a los que se someta, la intuición de los médicos que lo atiendan, etcétera. Si bien sus deseos de mejorar y su dedicación pueden influir positivamente, no basta con su actitud.
En este caso vemos que la incertidumbre está ligada a factores como la salud y el accionar de los médicos, pero también a la fuerza de voluntad del individuo, por lo cual no podríamos ubicarlo completamente en uno de los grupos.
Durante la época de elecciones gubernamentales, resulta incierto qué partido obtendrá la victoria, aunque el azar no juega un papel importante sino que todo depende del proceder de cada ciudadano. Claro que los imprevistos pueden impedirles a algunas personas emitir su voto, pero sería raro que por unos pocos votos menos ganara «el candidato incorrecto».