El verbo jactar, que proviene del vocablo latino iactāre, se usaba en la antigüedad para aludir a la acción de sacudir o menear. Hoy en día, en cambio, el término se emplea respecto a una persona cuando se elogia o enaltece a sí misma o a los suyos de forma exagerada, vanagloriándose incluso de actos vergonzosos o repudiables.
Por ejemplo: “A Esteban lo sancionaron por jactarse de su amistad con el gerente”, “Creo que el entrenador puede jactarse del nivel que mostró su equipo a lo largo del torneo”, “El actor fue criticado con dureza por la prensa por jactarse de tener dinero de sobra para satisfacer todos sus caprichos”.
Tomemos el caso de un grupo de amigos. Uno de ellos no hace otra cosa que hablar del trabajo que tiene, afirmando que le permite obtener grandes ingresos y acceder a privilegios. También comenta permanentemente los productos que compra y los viajes que disfruta. Puede decirse que este muchacho no deja de jactarse de su posición económica, tratando de generar envidia en los demás.
Una abuela, por su parte, puede jactarse de sus nietos. Todo el tiempo le comenta a la gente los logros de estos chicos, haciendo hincapié en las buenas calificaciones que obtienen en la escuela, sus éxitos deportivos, su talento artístico, etc. Sin embargo, la mujer no es consciente de su jactancia: simplemente le resulta natural compartir el orgullo que siente por su familia.
Como se puede advertir, jactarse no siempre tiene un objetivo o un fin. Aquel que suele jactarse para provocar envidia adopta una actitud negativa, mientras que quien se jacta sin darse cuenta no está tratando de provocar nada en particular.
En el caso de la persona que se jacta de sus supuestos conocimientos, logro o habilidades, o bien de sus pertenencias materiales existe, por lo tanto, el deseo de generar envidia en su entorno. Si bien esto puede ser completamente condenable en un primer momento, no olvidemos que las consecuencias de un comportamiento como éste suelen ser muy negativas para ella.
Si hablamos de nuestro salario para generar envidia en nuestros conocidos, corremos el riesgo de que alguien intente robarnos dinero o destruir algunas de nuestras pertenencias. Nunca terminamos de conocer bien a la gente con quien tenemos un trato moderado, como ser nuestros vecinos, y por eso debemos escoger de manera cautelosa la información que compartimos con ella.
Jactarse de la adquisición de un coche de lujo, por ejemplo, puede derivar en que alguien le haga marcas en la carrocería, que robe alguna de sus piezas, que le quite los espejos retrovisores o que le pinche las ruedas, entre otras posibilidades. Todo esto sin pasar por alto la posibilidad de que lo robe o provoque que un tercero lo haga.
Por otro lado tenemos situaciones como la expuesta anteriormente de las personas que hablan constantemente de sus seres queridos presentándolos como individuos altamente capaces, bellos físicamente y exitosos. No lo hacen con malas intenciones, sino impulsadas por el amor y la admiración, pero también pueden generar respuestas negativas si se exceden en su jactancia.
Entre los muchos sinónimos que podemos usar para sustituir el término jactarse, se encuentran los siguientes: vanagloriarse, alardear, fanfarronear, preciarse, ufanarse, presumir, engreírse, pavonearse, alabarse, farolear, ostentar y gallardear.
Como podemos apreciar, no todos los términos tienen la misma connotación, y de hecho uno de ellos nos conduce en una dirección que aún no hemos mencionado: se trata de preciarse, una acepción que también nos permite cubrir casos como el de una persona que asegura tener cierta información o cierto prestigio en una determinada área. A pesar de que pueda tener la intención de ostentar, no siempre hay una exageración de la verdad. Por ejemplo, una persona puede «jactarse de conocer el sistema de la A a la Z» y tener realmente este conocimiento.