La noción de luto procede de la lengua latina, más precisamente del vocablo luctus. Así se denomina a la manifestación externa del dolor que se sufre por el fallecimiento de un ser querido.
El luto incluye diversos rituales y tradiciones que varían según cada cultura. En todos los casos, se pretende exteriorizar la pena que provoca la muerte y mostrar respeto a través del duelo.
En la mayoría de los países occidentales, el luto actualmente se simboliza con el color negro. De este modo, quienes están de luto se visten con prendas de este color o utilizan un lazo negro. Tiempo atrás, sin embargo, el luto se asociaba al blanco.
Se llama luto oficial o luto nacional a aquel que decreta un gobierno ante una catástrofe nacional o la muerte de una personalidad. Esta medida protocolar implica diversas acciones que reflejan el dolor de las autoridades y del pueblo, como el izado de banderas a media asta o la suspensión de eventos festivos.
En Argentina, por ejemplo, las autoridades decretaron un duelo nacional (equivalente a luto nacional) de tres días tras el hallazgo de los restos del submarino ARA San Juan, que permaneció un año desaparecido. Este luto permitió honrar a los 44 tripulantes que viajaban en la embarcación.
También se menciona como luto a la angustia, la aflicción o la congoja que se experimenta por algo, más allá de lo protocolar o de lo exterior. Por ejemplo: «El mundo del fútbol está de luto por el fallecimiento del ex jugador del seleccionado nacional», «Acaban de despedir a cinco trabajadores, así que estamos de luto en la oficina».
El proceso que atraviesa una persona cuando ha perdido a un ser querido es particular en cada caso, y esto significa que tanto su intensidad como su duración pueden variar. Hay quienes se desmoronan y caen en un estado de profunda pena que les impide continuar con sus rutinas, pero también están los que se arman de una coraza que los proteja del sufrimiento y siguen adelante, al menos por un tiempo.
En este último punto se encuentra una de las características más peculiares del luto: no siempre se vive inmediatamente después de la muerte, sino que puede llegar un tiempo más tarde. Hay ciertas variables que influyen en este factor, como ser la existencia o no de un padecimiento previo por parte de la víctima; una enfermedad lenta y degenerativa, que dura varios meses o años puede ayudar, por así decirlo, a los seres allegados a prepararse para el día final.
En un caso así, el luto puede retrasarse o presentarse de forma intermitente a modo de mecanismo de defensa: después de meses o años de haber estado cuidando de alguien, el nivel de energía que nos queda es tan bajo que si a esto le sumamos una pena devastadora por el fallecimiento quizás no podamos reponernos. Sin embargo, no se trata de una decisión consciente, sino que cada persona lo vive de manera espontánea, como puede.
Las costumbres que giran en torno al luto en cada país y en cada región pueden ayudar a aliviar el peso de la pérdida, porque nos llevan a un espacio común con mucha gente que ya ha pasado por lo mismo. Es muy importante exteriorizar los sentimientos durante esta etapa tan difícil de sobrellevar, y para eso están los amigos, las personas que realmente se preocupan por nosotros.
Claro que no todos sabemos expresar nuestros sentimientos más profundos. Un buen punto de partida para aprender a desahogarnos es la lectura de obras que traten estos temas, especialmente si han sido escritas por autores que hayan vivido una pérdida.