El metano es un hidrocarburo que se compone de cuatro átomos de hidrógeno y un átomo de carbono. De fórmula química CH4, en condiciones normales de temperatura y presión aparece como un gas.
Este elemento se forma cuando la materia orgánica se descompone. También es generado en las minas de carbón. Se trata de una sustancia inodora e incolora en la cual los átomos de hidrógeno se unen al carbono a través de un enlace covalente.
La digestión y la defecación del ganado; las bacterias presentes en plantaciones de arroz; la extracción de combustibles fósiles; y los pantanos son otras fuentes de metano.
Cabe destacar que el metano es el componente principal del gas natural. Este hidrocarburo se obtiene a partir de la mezcla de diversos gases ligeros que tienen un origen natural. En ocasiones se le añade helio, nitrógeno, dióxido de carbono y otros elementos.
Empleado como combustible en generadores de vapor y en turbinas, el metano es usado por el ser humano para la generación de electricidad. También se aprovecha como materia prima para obtener metanol, hidrógeno y otros productos químicos.
Es importante mencionar que el metano forma parte de los llamados gases de efecto invernadero. Se trata de gases atmosféricos responsables de la absorción y la emisión de radiación en el rango infrarrojo; el proceso llamado efecto invernadero consiste en la permanencia de parte de esa radiación en el suelo, ya que los gases la devuelven, y de esta manera incrementan su temperatura por encima de los valores naturales.
La presencia de metano en la atmósfera terrestre creció en los últimos 5000 años, contribuyendo al calentamiento global. Incluso se ha detectado en la atmósfera de Marte. Este descubrimiento, realizado en 2003, deja abierta la posibilidad de que exista vida en dicho planeta.
En datos más precisos, podemos decir que en un período de cien años, por cada kilogramo de metano el planeta se calentará hasta veintitrés veces más que con la misma cantidad de dióxido de carbono. Para mirar el lado positivo, no debemos pasar por alto que en la atmósfera terrestre la proporción de dióxido de carbono es mucho mayor que la de metano, de manera que este último no contribuye tanto con el efecto invernadero.
Aunque carece de toxicidad, el metano puede volverse peligroso debido a que es muy inflamable: su ignición, por lo tanto, puede provocar quemaduras. Para que arda es necesario que exista una fuente de ignición y que se mezcle con aire en concentraciones que van del 4,5 al 15 por ciento.
El hecho de que no sea tóxico tampoco lo convierte en un producto sano, sino que nos da un cierto margen de exposición a él sin que nuestro organismo resulte perjudicado. Por ejemplo, si por accidente o por las características de nuestro espacio de trabajo lo inhalamos en cantidades pequeñas, no hay ningún riesgo de daño. En cambio, si nos encontramos en un espacio cerrado y el volumen de metano es considerable puede provocarnos asfixia, ya que, al igual que el gas natural, es capaz de desplazar el aire.
Muchas compañías proveedoras de gas natural ofrecen programas de seguridad para evitar estos riesgos. Por ejemplo, es común que añadan al gas un olor fácil de distinguir para que sus clientes detecten las fugas y se pongan en contacto con el equipo de emergencias de inmediato.
Las reacciones más importantes del metano son la reformación con vapor para obtener gas de síntesis, la halogenación y la combustión. Por lo general, no es fácil controlar estas reacciones, algo que se puede apreciar en particular con la oxidación parcial para conseguir metanol, la cual suele pasar hasta dar agua y dióxido de carbono.