La miopía es un trastorno de la visión que se produce debido a que los rayos de luz que provienen de objetos ubicados a una determinada distancia del ojo hacen foco en un punto anterior a la retina. De este modo, dado que los rayos no convergen en la propia retina, se genera un defecto en la refracción ocular.
Quien tiene miopía no logra enfocar correctamente los elementos que se encuentran alejados. Esto hace que la agudeza de la visión sea reducida, provocando desde la irritación del ojo hasta cefalea, pasando por incomodidades de diversa índole.
El grado de miopía se expresa en dioptrías. Así se denomina a la unidad de potencia de una lente que resulta equivalente a la inversa de la longitud focal de un metro. La miopía simple es aquella que evoluciona hasta los 24 años aproximadamente y su graduación es inferior a 6 dioptrías. La miopía progresiva o patológica, en cambio, tiene una graduación mayor a 6 dioptrías y puede causar diversas complicaciones adicionales al defecto de la visión.
Un individuo con miopía superior a las 6 dioptrías cuenta con una predisposición mayor que el resto de las personas a padecer catarata, glaucoma, mancha de Fuchs o desprendimiento de retina, por ejemplo. Por eso, ante un cuadro de este tipo, es importante acudir al oftalmólogo de manera periódica para realizar distintos exámenes.
Hasta el momento, la medicina ha aceptado de forma mayoritaria la idea de que la miopía es un trastorno de tipo hereditario, en gran parte porque los hijos de personas miopes tienen un alto grado de probabilidad a surfirla. Si bien esta hipótesis no deja de ser importante, en los últimos tiempos los científicos han comenzado a enfocarse en otras posibles causas, como ser los factores ambientales y los hábitos relacionados con el uso de la vista.
Dada la masificación de la tecnología que tuvo lugar con la llegada del siglo XXI, en la actualidad es absolutamente normal pasar horas mirando una pantalla de cerca: desde niños pequeños hasta ancianos, todos los días hacemos diferentes actividades frente a un monitor, un teléfono móvil o un televisor. Dicho sea de paso, la postura corporal que usamos en estos casos no es la más adecuada para nuestro cuerpo. Estos hábitos están relacionados con la miopía, y por eso los especialistas intentan promover cambios en los más jóvenes.
Si bien no es posible conseguir que dejemos de usar los aparatos que tantas posibilidades nos ofrecen, desde ocio hasta trabajo desde casa, bastaría con mirar la pantalla a una distancia adecuada (existen cálculos matemáticos para saber cuál es la mejor según su tamaño) y hacer pausas varias veces al día para que los ojos puedan descansar.
Lamentablemente, muchas de las pruebas de laboratorio que forman parte de la investigación de la miopía se lleva a cabo con animales. A través de ellas se ha descubierto que el ojo se alarga para compensar el desenfoque que causa una lente negativa. El mecanismo que se encuentra detrás de esta alteración no se conoce con precisión, aunque se ha demostrado también en humanos de forma muy precisa.
Otra posible explicación para el surgimiento de la miopía es la combinación de los factores hereditarios con los ambientales. De todos modos, aunque desconozcamos sus causas exactas, debemos cuidar nuestra vista para evitar que los problemas aumenten considerablemente.
En cuanto al tratamiento de la miopía, lo más habitual es el uso de lentes divergentes. Al interponer lentes de contacto o gafas entre la retina y el objeto lejano, se soluciona el defecto del enfoque. También, en algunos casos, se puede recurrir a una cirugía con láser para modificar el valor dióptrico de la córnea.