El vocablo latino omnimŏdus llegó al castellano como omnímodo. Así se denomina a aquello que comprende y abarca todo.
El término suele emplearse respecto al poder. El poder omnímodo no tiene límites ni contrapeso, por lo cual aquel que lo ostenta puede imponer su voluntad y actuar de acuerdo a sus propios intereses, sin preocuparse por las consecuencias.
Muchas veces se alude al poder omnímodo del cual, a lo largo de la historia, dispusieron ciertos reyes, emperadores o dictadores. Por lo general la noción se usa cuando no hay mecanismos democráticos que permitan la participación ciudadana ni hay una división de poderes (el gobernante controla el poder ejecutivo, el poder legislativo y el poder judicial de manera simultánea).
En la práctica, de todos modos, el poder omnímodo no existe. Siempre hay algún mecanismo de control o se ejerce una resistencia a las medidas del mandatario.
Podemos encontrar muestras claras de poder omnímodo en el terreno de la ficción. En la novela “1984” del británico George Orwell, un partido llamado Ingsoc (o Socing, en castellano) dirige un Estado totalitario que tiene la capacidad de eliminar las pruebas de existencia de otras realidades distintas a la suya. Ingsoc es tan poderoso que puede manipular el presente y reescribir la historia de forma constante según sus necesidades.
En la ficción, el poder omnímodo se suele otorgar a los personajes antagónicos con más frecuencia que a los héroes, aunque Superman es una excepción. Sin embargo, así como sucede con los villanos, él también tiene un punto débil: la Kryptonita. Esto es necesario para que la historia pueda resolverse, porque de otra manera triunfaría siempre y no habría movimiento. En el caso de los enemigos puede tratarse también de una mala decisión que los deje desprotegidos.
Más allá del poder, el concepto de omnímodo sirve para calificar a lo que no encuentra fronteras o barreras. Por ejemplo: “Cuando era chico, mi curiosidad omnímoda me llevó a meterme en problemas varias veces”, “El actual gobierno parece tener un control omnímodo sobre la prensa”, “El cineasta volvió a evidenciar su imaginación omnímoda”.
En este caso, si bien se usa de forma figurada, también existen límites desde un punto de vista lógico. Sin embargo, dado el carácter de los mensajes, no es importante determinarlo. Comencemos por el primer ejemplo, el que habla de una «curiosidad omnímoda»; se trata de una característica muy común en los niños, dado que al encontrarse en una etapa de pleno desarrollo y aprendizaje sienten una necesidad de tocar y mirar todo.
Este rasgo está íntimamente ligado a la supervivencia, ya que sin conocimientos no es posible desarrollarse, y desde la perspectiva de los adultos que lo observan da la sensación de ser «infinito«, aunque en realidad en cada persona tenga diferentes límites. Se apela al adjetivo omnímodo porque su magnitud es considerable, demasiado grande como para medirla o porque la exactitud no es necesaria en este contexto.
Algo similar podemos señalar en el segundo ejemplo, cuando se habla de un «control omnímodo» de la prensa, para expresar que el gobierno parece decidir qué se publica, con el objetivo de ocultar aquellos datos que lo podrían perjudicar y resaltar los que puedan mejorar la opinión pública acerca de su mandato, sean reales, fabricados o exagerados. En este caso tampoco es necesario medir el grado de control para saber si realmente es absoluto, ya que basta con que supere la normalidad.
Cuando se destaca la «imaginación omnímoda» de un cineasta tampoco se dice que pueda imaginar cualquier historia, sin límites, sino que a lo largo de su carrera siempre ha demostrado una capacidad fuera de lo común para crear y presentar sus películas, que lo ubican muy lejos de la media.