Se denomina opinión a la apreciación o estimación que un individuo se forma sobre otro sujeto o sobre alguna cuestión. La idea de público, por otra parte, puede aludir al conjunto de las personas que integran una comunidad.
Partiendo de estos conceptos, podemos avanzar con la definición de opinión pública. Así se llama a la valoración generalizada a nivel social que existe respecto a ciertos asuntos.
La opinión pública, de este modo, se crea a partir de coincidencias extendidas entre la mayoría de las personas. En su desarrollo inciden múltiples factores, teniendo especial relevancia la influencia de los medios de comunicación.
Puede entenderse a la opinión pública como una tendencia de la sociedad. Cuando se afirma que «la opinión pública expresa…» o que «la opinión pública piensa…», se está aludiendo que a un sector mayoritario de una sociedad concuerda algo sobre un tema específico.
Supongamos que un periodista manifiesta que «la opinión pública cree que el presidente se equivocó» al realizar un anuncio. Este comunicador, ya sea recurriendo a encuestas o a su propia percepción, sostiene que la mayoría de los ciudadanos considera que el mandatario actuó de manera errónea. Por supuesto, podría rebatirse dicha afirmación diciendo que, en realidad, la opinión pública no refleja esa postura: no existe una medición exacta, precisa e infalible de lo que piensa un grupo social amplio, sobre todo porque no hay homogeneidad en sus integrantes.
Cabe destacar que la opinión pública puede manifestarse a través de protestas, huelgas y marchas. En los últimos años, las redes sociales también se convirtieron en un importante vehículo de expresión de la opinión pública.
Esta nueva plataforma, las redes sociales, nos ha traído una serie de ventajas y desventajas que se reflejan en gran parte en el proceso de concepción y difusión de la opinión pública. Entre las ventajas se encuentra la inmediatez, en especial cuando necesitamos hacer visible un asunto importante: basta con contarles a nuestros contactos que nos han embargado la casa para que en pocos minutos lo sepan muchísimas más personas; en el mejor de los casos, alguien nos ayudará.
Claro que esto se ha convertido en un arma de doble filo, porque no siempre es fácil discernir el bien del mal, la justicia de la injusticia, y mucho menos si no nos dan el tiempo necesario para procesar la información antes de emitir un juicio. La inmediatez de las redes sociales también se observa en este aspecto: recibimos una noticia y la opinión que se espera que tengamos, todo de forma inmediata y en un paquete muy oportuno. Si decidimos expresarnos en contra de la opinión pública, debemos prepararnos para hacer frente a una turba iracunda.
Esto no significa que en el pasado no pesara el carácter masivo de las ideas: siempre ha sido difícil ir contra la mayoría. Sin embargo, en la actualidad tenemos la posibilidad de hacerlo públicamente desde la comodidad de nuestro teléfono, estemos donde estemos, tocando los temas más delicados sin que varíe el proceso: escribimos qué pensamos acerca del aborto, el racismo, el nuevo equipo de gobierno o los precios de la vivienda, y le damos a «publicar».
En cuanto hacemos esto, todos aquellos individuos que hayan suscrito a la opinión pública, es decir, que hayan aceptado esas ideas prefabricadas que estaban incluidas en algún mensaje escrito por parte de alguien con cierta influencia en las redes sociales, se vendrán encima de nosotros por miedo a que destruyamos su estructura y los obliguemos a pensar por ellos mismos. La opinión pública, en otras palabras, es también un sinónimo de «lugar seguro» o «fortaleza», que reúne a miles y millones de personas aunque más no sea por un tiempo.