Un pasaporte es un documento confeccionado por un gobierno que permite a sus ciudadanos salir de un país e ingresar en otro. El pasaporte -del francés passeport– supone la autorización y el consentimiento legal para trasladarse a nivel internacional.
Por ejemplo: «Si queremos viajar a Europa el próximo verano, deberemos renovar nuestros pasaportes», «Víctor fue a tramitar el pasaporte para viajar a Estados Unidos y visitar a su familia».
Evolución del pasaporte
Los pasaportes han modificado sus características con el correr de los años. En principio no contaban con la fotografía de la persona y se limitaban a señalar su nombre, nacionalidad y caracterización física junto al permiso para abandonar y volver a la nación.
El documento pronto se convirtió en un cuadernillo para registrar todos los ingresos y egresos de un Estado, además de incluir la fotografía y la firma del sujeto en cuestión. También se agregaron los visados (los permisos de otras naciones para entrar y marcharse de su territorio).
La utilización de papeles especiales para proteger la seguridad y la integridad del documento, las perforaciones y la impresión de la foto mediante un proceso fotomecánico fueron incluidas para dificultar la falsificación de los pasaportes.
En los últimos años, algunos países han desarrollado pasaportes electrónicos que incluyen un chip con los datos biométricos vinculados a la imagen facial del poseedor de la documentación. Además la información personal aparece registrada de una manera particular para que pueda ser leída de manera automatizada.
La legalidad
La legalidad del pasaporte es muy importante ya que se trata del documento imprescindible para ingresar a un país.
Sin embargo, muchas personas recurren a falsificaciones, sea para viajar ilegalmente o para traficar sustancias o productos de contrabando.
Pasaporte y discriminación
Una persona con doble nacionalidad que desea entrar en un país cuenta con un beneficio que se opone de manera lamentable a las dificultades que experimentan quienes no cuentan con el pasaporte apropiado. Desde el aeropuerto o la estación de tren o autobús, dependiendo del medio escogido para viajar, un documento hace que un criminal cruce la frontera casi sin ser sometido a un control y que un individuo decente y con ganas de progresar en la vida sea humillado, cuestionado y amenazado para intentar que cambie de opinión y regrese a su nación.
El nacionalismo es tan grave como una realidad en la que alguien desprecia su país de origen y todo lo que éste tiene para ofrecerle. Es común en ciertas partes del mundo que un porcentaje considerable de la población pase sus primeros años ansiando vivir en otro sitio, sea Estados Unidos, Japón o Inglaterra, y que crezca idealizando dichos lugares. En algunos casos, aquellos que descienden de inmigrantes tienen la oportunidad de heredar su ciudadanía, lo cual les permite tramitar el pasaporte correspondiente para cumplir sus sueños.
En un mundo ideal, no sería necesario contar con un documento para ingresar en un país y, mucho menos, para ser tratado con decencia y respeto. Resulta absurdo que quienes huyen de su nación en busca de una realidad más justa y con más oportunidades, muchas veces colaboren con este sistema discriminatorio, sea porque gocen de esa injusta confianza que les otorga un trozo de papel o porque se sometan voluntariamente a un escrutinio que sólo debería recibir un paquete.
Hemos creado una sistema en el que no somos más que números, títulos, naciones; llevamos etiquetas que nos preceden y que hablan por nosotros, nos representan de una manera imprecisa, resumida e injusta. Somos presos de nuestra procedencia geográfica, con todas sus connotaciones positivas y negativas, que parten de las generalizaciones y que buscan mantener firmes las barreras que nos separan de nuestros pares.