La personificación es el acto y la consecuencia de personificar. Este verbo tiene múltiples usos: personificar puede ser entendido como adjudicarle vitalidad o características propias del hombre a animales, vegetales u objetos; llevar a cabo la representación de un individuo, un sistema o acontecimiento; o imitar a una persona determinada en el marco de una obra artística o escrito.
Por ejemplo: “La Dama y el Vagabundo muestra la personificación de dos perros que se enamoran y logran superar las diferencias de clase”, “Adolf Hitler es la personificación del nazismo, un hombre que resume en su persona todo el racismo y el odio de un pueblo enfermo”, “Benicio del Toro fue felicitado por la personificación que realiza de Ernesto Che Guevara en las películas de Steven Soderbergh”.
Personificación en la teoría literaria
En la teoría literaria, la personificación, también conocida como prosopopeya es una de las figuras retóricas más conocidas, que se encuentra dentro de la ficción. Se trata de una clase de metáfora que consiste en caracterizar como humanos a una cuestión no animada. De esta forma se le concede a una cosa rasgos y particularidades que resultan propios del hombre, y lo inanimado pasa a ser tratado como si tuviera vida.
De todas formas, es necesario aclarar que la personificación no sólo puede alcanzar a las cosas físicas inanimadas, sino que también puede estar vinculada a nociones abstractas: “La Muerte llegó al lugar y pronto le extendió la mano al anciano. El viejo trató de huir pero ya no tenía fuerzas: fue abrazado por la Muerte y arrastrado al Más Allá”, “Atenas, bella y ancestral, sedujo al escritor y lo conquistó al presentarle un mundo milenario lleno de bellezas. El novelista pronto se casó con la capital griega y ya no pudo engañarla con ninguna otra metrópoli en sus obras”.
Muchos poetas se valen de este recurso para expresar sentimientos profundos o crear ambientes poéticos inigualables. Algunos ejemplos aparecen en el verso de P. del Castillo que dice «Las estrellas nos miraban/ mientras la ciudad sonreía» o el de Pablo Neruda «La noche está estrellada,/ y tiritan, azules, los astros, a lo lejos./ El viento de la noche gira en el cielo y canta».
Los peligros de su uso en la literatura infantil
En la literatura para niños, este recurso es muy utilizado. No solamente aparece en numerosas fábulas y leyendas, sino que también lo hace en la poesía escrita para lectores de estas edades.
Es cierto que dicho recurso puede ayudar mucho a comprender la realidad, promoviendo la imaginación, el razonamiento y la abstracción; sin embargo en muchos casos también tiene aspectos negativos, ya que el niño puede desarrollar ideas infundadas, temores inexactos y menos cercanía con su entorno.
Por ejemplo, en el cuento de «Caperucita Roja», el lobo representa a un abusador de menores, un extraño con objetivos nefastos o un adulto al que se le debe temer. Sin embargo, a partir de esta lectura, es posible que muchos niños entiendan que el peligro se encuentra en el bosque y de mano de un ser de otra especie, cuando en realidad el verdadero monstruo está en su mismo barrio o, inclusive, en su propio hogar. Es decir que la figura del lobo como un animal al que se le debe tener miedo se aleja profundamente del verdadero significado de la historia, desvirtuando el mensaje.
Posiblemente la razón por la que se utiliza tanto la personificación en los cuentos para niños, sin explicaciones posteriores o guías, sea que se cree que son demasiado jóvenes para entender las cosas, pero hay que tener presente que la realidad tal y como es no tendrá metáforas para ellos, se mostrará dura y dolorosa y es mejor que estén preparados para enfrentarla. Embellecer o pintar la vida para que parezca menos cruel puede traerles más problemas y desgracias que conocer de palmo a palmo el mundo y saber a qué atenerse, en quién confiar y qué cosas no hacer.