Pitonisa es un concepto que alude a la mujer que, en la Antigua Grecia, se encargaba de recibir las inquietudes y trasladárselas a los dioses para luego responder en su nombre. Estas sacerdotisas vivían en templos y se sentaban sobre un mueble conocido como trípode para dar los oráculos.
Entre los numerosos lugares históricos de Grecia, se destaca la ciudad de Delfos, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Allí, hace miles de años, existía junto al monte Parnaso un templo consagrado al dios Apolo que albergaba un famoso oráculo (un sitio donde los dioses respondían a la población; el término de oráculo también se empleaba para nombrar a estas respuestas en sí mismas).
El oráculo de Delfos recibía la constante visita de los griegos que deseaban realizar consultas a las divinidades para conocer su futuro. Los gobernantes de la época, de hecho, basaban sus decisiones más importantes en las respuestas que percibían de este oráculo. En este marco entraban en acción las pitonisas.
Pitonisas en la actualidad
Hoy, por extensión, se conoce como pitonisa a todas aquellas mujeres que se atribuyen ciertos poderes sobrenaturales. Una pitonisa puede ser una bruja, una adivina o una maga. Por ejemplo: «Dicen que el presidente consulta con una pitonisa antes de tomar una decisión trascendental», «La vecina que vive en el piso de arriba asegura ser una pitonisa y siempre hace comentarios acerca del futuro», «Detienen a una mujer que, presentándose como pitonisa, estafaba a jubilados y se quedaba con sus ahorros».
En la actualidad, la sociedad suele descreer de la capacidad de aquellos que aseguran poder anticipar el futuro o comunicarse con las divinidades, por lo que no son muchas las personas que se definen como pitonisas.
La figura de Jeane Dixon
Una pitonisa que sin lugar a dudas ha dado que hablar en el último siglo fue Jeane Dixon, autoproclamada psíquica y astróloga nacida en 1904 en Estados Unidos, donde falleció 93 años más tarde. En gran parte, debió su fama a las diversas columnas acerca de astrología que redactaba en los periódicos de la época y a sus casi diez libros, el último de los cuales se publicó un año después de su muerte.
Durante su infancia, un encuentro con una gitana le cambió la vida para siempre: luego de leerle la mano, le contó que un día sería «una pitonisa muy famosa a nivel mundial» y que «ayudaría a personajes de mucho poder» a llevar adelante sus carreras. El entorno de Dixon, por otra parte, no era muy inspirador en lo que a hechos sobrenaturales se refiere: tanto su padre como su esposo se dedicaban a la venta de automóviles, y ella misma participó del negocio de este último durante varios años, asumiendo el cargo de presidente.
Entre sus predicciones más destacadas se encuentra la que hizo referencia a la muerte del presidente John F. Kennedy. Cuatro años antes de las elecciones de 1960, Dixon anticipó que el ganador sería un demócrata y que moriría en funciones o sería asesinado. También fue resonada su declaración acerca de las heridas que recibiría uno de los papas del siglo XX, casi treinta años antes de que Juan Pablo II sufriera un atentado.
Uno de los rasgos que suelen compartir las pitonisas más conocidas es la necesidad de controlar su imagen pública, así como lo hacen las divas del mundo del espectáculo. Y Dixon no fue la excepción: entre los libros de su autoría se encuentra su autobiografía, en un intento de que la gente la recordara como ella quería, viendo en primer plano sus aciertos y sus éxitos, y dejando en las sombras las inconsistencias que toda psíquica tiene una vez cada tanto. Como dato curioso, a pesar de que su marido se hubiera divorciado antes de contraer matrimonio con ella, y de practicar una actividad no muy bien vista por la Iglesia, ella aseguraba ser católica y agradecía su don a Dios.