Pollerudo es una noción vinculada al término pollera, que se emplea para nombrar a la falda (una prenda de vestir femenina que cubre parte de las piernas o su totalidad). Este adjetivo, en su sentido literal, refiere al vestido cuya falda es muy grande o extensa.
Por ejemplo: “No quiero lucir algo tan pollerudo, prefiero un vestido más simple”, “La modelo sorprendió con su look pollerudo, que ocultaba totalmente sus piernas”.
Uso simbólico de la noción de pollerudo
El uso más habitual del concepto, de todos modos, es simbólico. Se conoce como pollerudo al hombre que se muestra sumiso ante ciertas mujeres, como su esposa o su madre. El adjetivo, en este contexto, se emplea de manera despectiva, casi ofendiendo al sujeto: “¿Vamos al bar esta noche? Espero que no seas pollerudo y aceptes mi propuesta”, “Agustín es un pollerudo, siempre le pide permiso a su mujer antes de tomar una decisión”, “No pienso casarme con un pollerudo que vive pendiente de lo que dice su madre”.
En estos casos, la calificación de pollerudo traza una comparación entre el niño que se oculta entre las faldas de su madre en busca de resguardo y el adulto que necesita de la aprobación de alguna mujer para actuar.
El análisis de los psicólogos y los sociólogos
Los psicólogos y los sociólogos analizan el tema de diferentes formas. Por un lado, el calificativo de pollerudo se asocia a una concepción en desuso de la masculinidad, cuando el hombre era quien mandaba en la casa y no dejaba espacio a la mujer. Acusar a alguien de pollerudo, en este sentido, supone un intento por volver al machismo. Visto de otra manera, el hombre moderno suele establecer relaciones con las mujeres que son más igualitarias que las de antaño, aceptando el punto de vista femenino, aunque lamentablemente esto no se cumpla en todos los casos.
En los casos más extremos, de todos modos, una persona que siempre se somete al mandato o la voluntad de otra demuestra algún tipo de trastorno psicológico que atenta contra su individualidad.
Si bien el término pollerudo no se utiliza en todos los países de habla hispana, dado que en algunos la prenda femenina denominada pollera se llama falda, su significado encuentra otros significantes, tales como calzonazos, maridazo, mameluco y Juan Lanas (como dato curioso, hay quien afirma que este último se basa en alguien que realmente existió).
Aunque a simple vista ser pollerudo pueda parecer algo negativo, una falta de autoestima o la imposibilidad de tomar decisiones y defenderlas ante la pareja o la madre, muchos hombres apoyan esta forma de ser y la justifican asegurando que cuando hay mucho que perder es preferible sumirse a la decisión de la mujer antes que arriesgarse a que ella se marche. De hecho, estos mismos hombres no tienen problema en ser calificados de pollerudos, ya que se sienten afortunados de contar con una compañera «tan excepcional».
El pollerudo según Gabrielli
Según un abogado argentino llamado Mario Gabrielli, éstas son algunas de las características más comunes de los pollerudos de su país, en relaciones de pareja:
- Le rinde cuentas a su mujer de cada cosa que hace y de los sitios a los que va.
- Se refiere a su esposa con términos como «bruja» o «patrona».
- Antes de gastar dinero en algo que le gusta, le pide su aprobación, como si fuera un niño.
- Es susceptible a las amenazas de abandono de su mujer, las cuales aparecen sistemáticamente cada vez que él no hace lo que ella quiere.
- A pesar de no sentir la libertad de usar el dinero en sus propios caprichos, justifica los gastos innecesarios de su esposa.
- La acompaña a todas sus salidas y compromisos, incluso cuando sabe que se aburrirá o que no se sentirá a gusto.
- Viste como ella le indica, contra su propia voluntad.
- Si ella quiere cambiar el coche para ostentarlo frente a sus amigas, él accede.