Público objetivo es una noción que se emplea en el ámbito del marketing y la publicidad. El concepto hace referencia a un consumidor representativo e ideal al cual se dirige una campaña o al comprador al que se aspira a seducir con un producto o un servicio.
Con algunas variaciones específicas en ciertos casos, la idea de público objetivo es similar a la que refieren términos y expresiones como target, mercado objetivo o mercado meta.
Determinación del público objetivo
La determinación del público objetivo de un producto es clave para que la propuesta comercial tenga éxito y resulte rentable. Para una empresa, es muy importante saber quiénes son los potenciales consumidores para destinar recursos en su captación. Esto quiere decir que, una vez determinado el público objetivo, las publicidades y las estrategias de marketing estarán dirigidas a ese sector concreto de la población.
Supongamos que una marca de cerveza planea lanzar un producto premium. Un estudio de mercado le permite advertir que esa clase de producto tiene más probabilidades de éxito entre los consumidores mayores de 40 años que viven en zonas urbanas y que pertenecen a la clase media y media-alta. A partir de estos datos, la cervecería desarrolla una campaña publicitaria en los programas de TV, las revistas y los sitios de Internet que suele consumir este público objetivo, para que el mensaje del nuevo producto les llegue de manera directa.
Si la marca de cerveza en cuestión no se encarga de definir su público objetivo, probablemente termine invirtiendo en una campaña publicitaria cuyo mensaje llegue a personas que no están interesadas en el producto.
Factores a tener en cuenta
Conocer a nuestro público objetivo también significa saber cómo se comunica, qué otros gustos tiene además del producto o servicio que deseamos ofrecerle, y eso nos permite llegar a él de una manera más cercana, con mensajes que le resulten relevantes e interesantes, meternos en su mundo para hacerle saber que tenemos justo lo que está buscando. Existen diversos factores que debemos observar para identificarlo, y entre ellos se encuentran los siguientes:
* edad: esta variable suele contener un rango, como ser de 12 a 16 años, o bien una etapa de la vida, tal como adolescencia. Salvando excepciones, la edad suele ser representativa de ciertos aspectos de una persona, entre los que se encuentra el volumen de conocimiento que posee y sus intereses. No es común que un niño de 4 años hable varios idiomas o que uno de 11 tenga planeado su paso por la universidad con lujo de detalle, del mismo modo que la gente de la tercera edad no suele desenvolverse tan bien con la tecnología como los adolescentes;
* sexo: mientras el mundo busca la igualdad en todos los aspectos posibles, las diferencias entre hombres y mujeres siguen haciendo ruido, un ruido absurdo pero más pesado que la realidad misma. Si bien mirar el sexo de la persona es pasar por alto su sexualidad y su individualidad, más de un mercado continúa aplicando esta distinción precaria a la hora de diseñar sus productos y servicios, confiando en que los hombres son público objetivo de coches y las mujeres, de ropa;
* nivel económico: el poder adquisitivo de las personas no es directamente proporcional con sus gustos, ya que están quienes gastan mucho sólo porque pueden, quienes ahorran excesivamente y aquellos que compran más de lo que pueden pagar. Pero las empresas deben saber con claridad cuál es el nivel económico de su público objetivo para asegurarse de que tengan los medios para consumir su propuesta. Este punto condiciona fuertemente las características de los productos y servicios, tanto abriendo puertas a funciones más avanzadas como obligando a reducir costos.