El concepto de punto puede entenderse de diversas maneras de acuerdo al contexto. Puede tratarse de un lugar, de una unidad de tanteo, de una marca con forma de círculo o de un signo ortográfico, por citar algunas posibilidades.
Cardinal, por su parte, es un adjetivo que puede referirse a aquello que tiene una gran importancia o que refleja la cantidad exacta de las cosas que se mencionan en una conversación.
Tomando estas definiciones de manera aislada, resulta difícil reconstruir la idea de punto cardinal. La noción hace referencia a las cuatro direcciones que surgen del movimiento de rotación que realiza la Tierra y que, en un plano cartesiano, permiten determinar una posición.
Características de los puntos cardinales
Los puntos cardinales, por lo tanto, señalan diferentes lugares y, como se sugiere en el párrafo anterior, son cuatro: norte, sur, este y oeste. El norte indica la ubicación del Polo Norte, mientras que el sur hace lo propio con el Polo Sur. El oeste, por su parte, señala la dirección donde se oculta el sol; el este, la dirección desde donde sale.
El término cardinal tiene una etimología muy interesante, ya que se obtuvo a partir de «cardo», una palabra del latín que se utilizaba para identificar a la calle de las ciudades romanas que se extendía de norte a sur, pasando por el centro de las mismas. Si tomamos esta antigua definición en cuenta de manera estricta, los únicos dos puntos cardinales deberían ser el norte y el sur, aunque principalmente el primero, ya que se consideraba el objetivo.
El norte siempre ha gozado de más importancia que el resto de los puntos cardinales, y esto se puede apreciar ya desde el diseño de las brújulas, que siempre lo toman como referencia para calcular la dirección de los otros tres. De hecho, cuando se dice que un individuo «ha perdido el norte» se hace alusión a su falta de perspectiva en la vida, a que no sabe cómo continuar, cuál era su rumbo.
Funcionamiento de la brújula
A partir del uso de agujas imantadas, las brújulas señalan el Polo Norte y permiten que una persona se ubique mediante el reconocimiento de los puntos cardinales.
La brújula, de todos modos, no es tan simple de interpretar: si bien se dice que señala el norte, no se trata del geográfico (la región que en un mapa planisferio podemos asociar con una porción determinada de nuestro planeta), sino del magnético. Los únicos puntos que coinciden entre ambos son aquellos que se sitúan en el mismo meridiano. El campo magnético terrestre o geomagnético es generado por la Tierra y el ser humano lleva estudiándolo desde el siglo XVII; presenta un desplazamiento paulatino, y en la actualidad se calcula que la distancia recorrida anualmente es de aproximadamente 40 kilómetros.
Dicho movimiento explica que la aguja imantada de la brújula no señale siempre el mismo punto geográfico. El campo geomagnético también sufre un cambio de intensidad, tanto incrementos como decrementos, además de poder invertir su polaridad cada miles de años. En la actualidad, su intensidad está disminuyendo.
Esto explica que no baste contar con una brújula para orientarse en medio de un espacio natural. Los puntos cardinales son uno de esos conceptos que parecen básicos, que aprendemos desde pequeños, pero que esconden una complejidad mucho mayor de la aparente. Por otro lado, suelen asociarse a ciertas cuestiones sociales, cuando se habla de «Norte» como parte rica de la población, opuesta al «Sur», siempre ignorado por el gobierno.
La Rosa de los Vientos y los puntos cardinales
La estructura de los puntos cardinales permite crear una especie de cruz, cuyos ángulos rectos pueden dividirse en diferentes bisectrices. De esta forma queda compuesta la Rosa de los vientos, que se emplea como orientación para navegar.
Estas bisectrices, por otra parte, dan lugar a direcciones que se ubican entre un punto cardinal y otro: noroeste, noreste, suroeste y sureste.