Un quehacer es una actividad o una labor que debe realizarse. La noción suele referirse a una obligación o un compromiso, y no a una afición o a algo que se realiza solamente por placer.
Por ejemplo: «Voy a llegar un poco más tarde: aún no terminé mis quehaceres», «Atender el teléfono, enviar algún que otro fax y llevar la agenda de mi jefe son algunos de mis quehaceres cotidianos», «No tengo ningún quehacer, ¿quieres que vayamos a un rato a la plaza?».
Distintos quehaceres
La noción de quehacer puede emplearse para hablar de una actividad profesional. Supongamos que un hombre trabaja como conductor de un noticiero en un canal de televisión. Este profesional, como parte de su quehacer periodístico, realizará entrevistas a personalidades, grabará informes y presentará noticias.
Una escritora, por su parte, desarrollará un quehacer literario. En este caso, las actividades inherentes a su oficio contemplarán investigar sobre ciertos temas, tener reuniones con su agente editorial y, por supuesto, escribir.
El concepto, en ciertos contextos, aparece vinculado a la realidad de una región. Cuando se habla del quehacer municipal, el quehacer provincial o el quehacer nacional, se hace referencia a diversas cuestiones llevadas a cabo por un gobierno o por el conjunto de la comunidad.
También se aplica la idea de quehacer a lo realizado por un sector. Así como el quehacer periodístico puede referirse a lo hecho por un periodista específico, o el quehacer literario vincularse a lo que escribe una única persona, las expresiones también podrían abarcar la actividad de todos los periodistas o todos los escritores de un lugar.
Tareas del hogar
Se denomina quehaceres domésticos o tareas del hogar, por otra parte, a las actividades que se deben realizar con una cierta frecuencia para mantener una casa limpia y en orden. Entre las más comunes se encuentran las siguientes: lavar y secar los platos; lavar y tender la ropa; sacar la basura; pasar un paño por los muebles para quitarles el polvo; y preparar las comidas y servirlas en la mesa.
El machismo, presente en nuestra sociedad a pesar de tantos esfuerzos por erradicarlo, supone que dichas tareas son exclusivas de la mujer; más aún, en muchas culturas se asume que no puede ni debe hacer otra cosa que mantener la casa, y la preparan desde niña para cumplir con su supuesto rol de ama de casa.
La figura de la mujer como ama de casa perdura con una insistencia peligrosa, ya que incluso muchas profesionales asumen dichas obligaciones cuando vuelven a sus hogares del trabajo, lo que resulta en un nivel de actividad prácticamente sobrehumano, que muchas veces parece no importar al resto de los integrantes de su familia. Hablando de un cuadro heterosexual, no es raro ver a una mujer trabajar afuera durante 10 horas, volver a su casa y encontrarse con platos para lavar, con la casa sucia y desordenada y con varias bocas (su marido, incluido) exigiendo la cena.
En un caso como éste, culpar al marido y a los hijos de la explotación que atraviesa la mujer suele ser la tendencia mayoritaria; por otro lado, aunque resulte imposible ignorar su desprecio y su falta de compasión, es también necesario hacer cargo a la mujer de este maltrato, ya que es ella quien lo acepta como parte de su vida y se niega a revelarse contra su realidad.
En una familia «moderna», donde el sexo no supone una barrera, todos sus miembros se reparten los quehaceres domésticos, ya sea de manera organizada (con tablas horarias que indiquen quién debe hacer qué y cuándo) o espontánea. Los hombres no temen lavar o planchar, y los hijos no se comportan como criaturas caprichosas y malcriadas, sino que aprenden a lavar su ropa, a acomodar sus dormitorios y a colaborar en la preparación de la comida que, después de todo, ellos mismos necesitan para subsistir.