Quietud es un término que procede de quietudo, un vocablo latino. El concepto se emplea para nombrar a aquello que no se mueve y que, por lo tanto, se encuentra en un estado de reposo.
Por ejemplo: «En un día como hoy, la quietud del mar invita a navegar», «No soporto la quietud de la gente que tiene un problema y no hace nada para resolverlo», «Es un pueblo muy tranquilo, aunque la quietud puede aburrir a ciertas personas».
La quietud puede tener un tinte positivo o negativo de acuerdo al contexto. En general, se asocia a la paz y a la tranquilidad. En este sentido, las personas suelen buscar la quietud cuando necesitan descansar o relajarse, ya que supone alejarse del estrés y de los problemas de la vida moderna.
Aspectos negativos de la quietud
En otros casos, en cambio, la quietud se vincula a la falta de acción o actividad, una cuestión que puede resultar nociva. Si un político habla de la «quietud del mercado turístico», por citar una posibilidad, estará haciendo referencia a que no se registra actividad en el sector y que, por lo tanto, no se producen ingresos.
Un individuo inmerso en la quietud, por otra parte, puede estar sufriendo un pozo depresivo. Por lo general, se espera que las personas estén en movimiento, tanto físico como mental: un sujeto debe ir a trabajar o estudiar, tener vida social, contar con proyectos a desarrollar, etc. Si, en cambio, permanece todo el día acostado, sin salir de su casa, se encontrará en un estado de quietud que no resulta saludable.
La falta de actividad puede tener consecuencias negativas tanto a nivel físico como mental. El cuerpo necesita movimiento para funcionar correctamente; aunque más no sea, salir a caminar una hora por día y respirar el aire más limpio que podamos encontrar es una buena forma de evitar todo tipo de complicaciones musculares y óseas que se dan tras pasar horas sentados o acostados, especialmente si no adoptamos una buena postura.
La importancia de la interacción social
Con respecto al cerebro, no podemos olvidar que vivimos inmersos en un sistema en el cual el contacto con el resto de los seres vivos nos abre puertas. La quietud que implica no relacionarse con la gente alimenta una sensación de insatisfacción con respecto a la vida que puede escudarse en la falsa idea de que no necesitamos de los demás para estar bien. Sin embargo, esta idea no es sana, ya que es a través de los lazos sociales que podemos emprender proyectos a gran escala, estudiar, aprender de otras culturas, sentir el placer de ayudar a alguien cuando más lo necesita o recibir ayuda en los momentos más difíciles.
Abrirse a los demás trae muchos más beneficios de los aparentes; además de brindarnos oportunidades de tipo cultural y laboral, por ejemplo, nos ayuda a conocernos mejor a nosotros mismos, ya que cuando nos vemos reflejados en otro ser vivo podemos tomar un poco de distancia y pulir ciertos aspectos de nuestra persona que no son evidentes en la quietud de la intimidad.
La quietud y el reposo
Los mejores ejemplos de la importancia de mantener la mente y el cuerpo activos son aquellas personas mayores que parecen no agotarse nunca, que a pesar de su edad están siempre activas y con emprendimientos, y que contrastan violentamente con los pobres ancianos que pasan sus días encerrados en un geriátrico sin fuerzas para asearse o comer por su cuenta. Evitar un final gris está en nosotros.
El descanso es indispensable para gozar de salud física y mental, por lo cual no hay que confundir la quietud, en su acepción negativa, con el reposo. Para mantenerse activo también es necesario recuperar las energías y saber utilizarlas en el momento de mayor productividad.