La noción de rango se utiliza con referencia a la amplitud de un fenómeno teniendo en cuenta la variación que se registra entre un límite inferior y un límite superior. Audible, en tanto, es aquello que puede percibirse con el oído (es decir, que se oye).
La idea de rango audible, en este marco, alude a la totalidad de las frecuencias que el oído de un ser humano está en condiciones de percibir. También conocido como espectro audible, sonido audible o campo tonal, se trata de un margen que, más allá de las generalidades, varía en cada individuo e incluso atraviesa cambios con la edad.
En un sentido amplio, puede afirmarse que una persona joven con un oído saludable tiene un rango audible de entre los 20 hercios (Hz) y los 20 kilohercios (kHz). Por lo tanto, cualquier sonido emitido entre esas frecuencias puede ser escuchado por el sujeto.
Cuando la onda acústica tiene una frecuencia inferior a 20 Hz, se habla de infrasonido. En cambio, si la frecuencia de la onda acústica supera los 20 kHz, se trata de un ultrasonido. En ninguno de los dos casos el sonido es percibido por el oído humano ya que se ubica afuera del rango audible.
Es importante tener en cuenta que el rango audible no solo disminuye por el paso del tiempo. Si alguien está expuesto a sonidos muy fuertes, puede sufrir graves daños en su sistema auditivo, con lo cual la amplitud del rango audible se ve afectada. Por eso, quienes realizan actividades laborales en las cuales se generan ruidos intensos deben proteger sus oídos para evitar lesiones.
Cuando el rango audible se ve afectado por el paso del tiempo se habla de presbiacusia, que se define como la pérdida de audición que tiene lugar de manera progresiva y que afecta principalmente las altas frecuencias, comenzando por el rango que se encuentra entre los 500 y los 4000 hercios, el que generalmente se asocia con el habla. El envejecimiento del nervio auditivo y del oído interno son las razones principales de este deterioro prácticamente inevitable que atravesamos en la tercera edad.
Durante la juventud, y siempre que no existan problemas de salud relacionados con la audición, nuestro rango audible es equivalente a diez octavas. En el ámbito de la música, denominamos octava al intervalo que comprenden ocho grados de una escala musical; si bien existen varios tipos, en pocas palabras podemos decir que en un piano una octava es el espacio que hay entre dos teclas del mismo nombre (por ejemplo, «de DO a DO»).
Continuando con el concepto de octava, el rango audible del ser humano se puede dividir teniendo en cuenta los tonos que abarca cada grupo: las primeras cuatro octavas equivalen a los tonos graves, con frecuencias entre los 16 y los 256 hercios; las siguientes tres son los tonos medios, cuyas frecuencias se hallan entre los 256 y los 2000 hercios; a partir de allí y hasta los 16 000 hercios están los tonos agudos, que se extienden a lo largo de las últimas tres octavas.
A menudo nos encontramos con una confusión entre los conceptos audiofrecuencia y radiofrecuencia: mientras que el primero hace referencia a las ondas mecánicas (no es posible propagarlas en el vacío), el segundo representa las ondas electromagnéticas (sí pueden propagarse).
El rango audible del ser humano, por otro lado, es diferente al rango audible de los animales. Los elefantes, por mencionar un caso, oyen los infrasonidos, mientras que los murciélagos detectan los ultrasonidos.
Otro aspecto a considerar es que, más allá de la frecuencia, lo que percibe el oído humano depende de la intensidad acústica. Los sonidos comprendidos entre 0 y 130 decibelios (dB) pueden ser captados, aunque aquellos que superan los 90 dB resultan dañinos.