Relicario es el sitio o recipiente donde se almacenan o se protegen las reliquias (objetos que son venerados). El concepto es de uso frecuente en el ámbito de la religión.
El cristianismo denomina reliquias a los restos de aquellas personas que han sido santificadas. Por extensión, se conoce como reliquia a las cosas que pertenecieron a los santos o que tuvieron algún tipo de contacto con ellos.
Relicarios en la historia del cristianismo
En los comienzos del cristianismo, las persecuciones hicieron que los objetos vinculados a las personas que murieron por defender su fe adquirieran un gran valor. Los clavos que se usaban para crucificar a los mártires y las sábanas con las que cubrían sus cuerpos, entre muchos otros objetos, se transformaron en reliquias.
Para la custodia de estas reliquias, se crearon los relicarios. Estos estuches, cajas, cofres y arquetas permitían proteger las reliquias, dejándolas a resguardo. Con el tiempo, los relicarios empezaron a exhibirse en templos y otros sitios y adquirieron una estética similar a la de una obra artística. De este modo, los relicarios comenzaron a realizarse con materiales muy valiosos y a exhibir diferentes tipos de ornamentaciones.
Algunos ejemplos
La Catedral de Valencia, en España, cuenta con algunos de los relicarios más importantes del mundo. En ellos se encuentran las reliquias de San Luis Bertrán y San Juan de Ribera, entre otros santos.
Otros ejemplos de importantes relicarios de diversas partes del mundo son los siguientes: el Arca santa de las Reliquias, el Arca de San Millán, el cofrecillo de madera ubicado en la parroquia de Abárzuza, la arqueta de bronce esmaltado del Museo de Burgos y la cabeza de San Gregorio de Ostia.
Por su valor simbólico o económico, los relicarios muchas veces son objetos de interés para los ladrones. En enero de 2014, por ejemplo, unos delincuentes robaron un relicario de Juan Pablo II de la iglesia San Pietro della Ienca, ubicada en la ciudad italiana de L»Aquila.
El relicario de Monza
Otro nombre que recibieron los relicarios en la historia es encólpium, cuando la Iglesia era aún una institución joven. En esa época, se trataba de pequeñas medallas o cajas con inscripciones y figuras que se encontraban unidas a collares. Los ejemplos más remotos de relicarios que se han encontrado datan del siglo IV; el Tesoro de Monza, también conocido como el Tesoro de Teodolinda, se halla en Monza, ciudad situada al norte de Italia, y cuenta con una serie de obras de gran importancia para los estudiosos de la Antigua Roma.
En dicho tesoro, que se constituyó a partir de donaciones de San Gregorio a la reina Teodolinda, y más tarde por parte de ella, del rey Berengario I y de los Visconti, encontramos célebres relicarios pertenecientes al siglo VI, entre los cuales hay una serie de pequeñas botellas que en el pasado eran muy comunes, y se las usaba para llevar trozos de algodón humedecido en aceite bendecido o bien proveniente de las lámparas que iluminaban los alrededores del sepulcro de los mártires.
Evolución histórica
Tantos siglos atrás, venerar públicamente las reliquias era posible acudiendo a los altares y sepulcros dentro de los cuales se encontraban. Sin embargo, a partir del siglo IX, la gente comenzó a dejar sobre dichos sitios una serie de arquetas o cajas que hoy conocemos como relicarios.
El relicario continuó siendo usado durante varios siglos hasta la época de la arquitectura gótica (también conocida como ojival), la cual surgió en Francia alrededor del siglo XII. El formato preferido para este propósito parece haber sido la arqueta, y su volumen dependía de la magnitud y la importancia de los objetos a guardar. Cabe mencionar que muchas veces se han utilizado relicarios de naturaleza profana.