Resorción es la acción y el resultado de resorber. Este verbo, que procede del vocablo latino resorbēre, hace referencia a aquello o aquel que vuelve a acoger un líquido que, antes, salió de su estructura.
Para la medicina, la resorción consiste en la absorción, ya sea parcial o total, de un producto patológico o normal que es recogido a través del flujo linfático o sanguíneo.
La resorción ósea
Se denomina resorción ósea al procedimiento que lleva a la sangre a recoger el tejido óseo que eliminan las células denominadas osteoclastos.
Estas células se adhieren al tejido óseo y lo destruyen ya que lo desmineralizan. El tejido eliminado, de este modo, pasa a la sangre. La resorción ósea, en definitiva, supone un problema para el organismo ya que debilita los huesos.
La falta de actividad física y trastornos como la artritis pueden provocar la resorción ósea. Cabe destacar que, mientras que los osteoclastos destruyen el tejido óseo, los osteoblastos ayudan a su recomposición. Esto quiere decir que, cuando se produce la resorción ósea, la destrucción que generan los osteoclastos es superior a la regeneración impulsada por los osteoblastos.
El hueso alveolar
Uno de los sitios en los que más fácilmente puede observarse el resultado de la resorción ósea es la cara, más específicamente la zona de la mandíbula. Cuando una persona pierde sus dientes, ya sea por un accidente o por cuestiones naturales, el hueso que los mantiene aferrados a la mandíbula, el cual se denomina hueso alveolar comienza un proceso de resorción, dado que no puede continuar ejerciendo su función.
El hueso alveolar es diferente a otros del esqueleto humano, principalmente por su capacidad de sufrir modificaciones como la expuesta en el párrafo anterior. Además de la pérdida de dientes, la resorción en este caso puede darse por alguna de las siguientes causas: traumas; erosión de la mucosa; el propio envejecimiento del cuerpo; osteoporosis; enfermedad periodontal, gingivitis o periodontitis.
Implantes para evitar la resorción ósea
Ante la ausencia de piezas dentales, el camino más rápido y seguro para impedir la resorción ósea es la aplicación de implantes. Si bien algunas personas prefieren optar por los puentes y las prótesis removibles, es importante señalar que esto exige la eliminación de dos o más dientes, y que de todos modos las dentaduras postizas deben reemplazarse con cierta periodicidad; como si esto fuera poco, tampoco impiden que avance el proceso de resorción.
El implante, pues, parece ser el método más eficaz, ya que incluye la sustitución de la raíz, con la ventaja agregada de evitar que los dientes naturales se muevan.
El paso del tiempo puede ser crucial en un caso de resorción de hueso alveolar. A lo largo de los primeros 3 años, aproximadamente, luego de la pérdida de las piezas dentales, la pérdida de grosor y altura puede alcanzar un 60%, luego de lo cual el ritmo disminuye considerablemente, hasta alcanzar un 1% por año.
Si los implantes no se colocan pronto, la medicina moderna brinda la posibilidad de realizar injertos óseos, para compensar la disminución que el hueso alveolar haya sufrido en volumen. Sin embargo, cuando la distancia entre la pérdida de los dientes y el implante es considerable, el procedimiento puede complejizarse mucho, ya que el desgaste no sólo acarrea una diferencia de altura sino también de profundidad (la mandíbula parece encogerse a lo alto y a lo largo, dando la sensación de que el mentón se retrae).
La importancia del calcio
Más allá de las enfermedades o del ejercicio, el proceso de resorción ósea también está vinculado al nivel de calcio existente en el organismo.
Cuando el nivel de calcio es reducido, se estimula la segregación de una hormona que, a su vez, promueve el desarrollo y la acción de los osteoclastos, los cuales liberan el calcio presente en el tejido óseo a través de la resorción. Por eso consumir alimentos ricos en calcio, como leche, queso y frutos secos, es saludable para los huesos.