La noción de retruécano procede de retrocar: volver a trocar (cambiar). El término se emplea para hacer referencia al juego de palabras que se genera a partir de una repetición.
En retórica
Para la retórica, el retruécano consiste específicamente en presentar los términos de una proposición y luego invertirlos en la siguiente, de manera tal que el sentido de la segunda cláusula resulte opuesto o produzca un contraste.
En este caso, el retruécano se construye con un quiasmo, que implica disponer los miembros de secuencias consecutivas en el orden inverso. Por lo tanto el retruécano reorganiza los componentes de una expresión en la oración siguiente.
Algunos ejemplos
Podemos encontrar muchos retruécanos en el terreno de la música. En la canción “Pedro Navaja”, por mencionar un caso, el panameño Rubén Blades utiliza el retruécano al expresar: “La vida te da sorpresas / sorpresas te da la vida”.
Otra frase construida con un retruécano es “Uno para todos, todos para uno”, que proviene del latín “Unus pro omnibus, omnes pro uno”. Alejandro Dumas, por ejemplo, la usa en su célebre obra “Los tres mosqueteros”.
Hay aforismos que también apelan al retruécano. “Buscamos la belleza de la vida. Pero la vida ya es belleza” es un aforismo del escritor argentino José Narosky que se basa en esta clase de juegos de palabras.
Veamos a continuación más ejemplos, cuyos autores no siempre son evidentes o conocidos: «Vive para trabajar, no trabajes para vivir»; «Mi amor por ti es único, pero no es mi único amor»; «Hay grandes libros en el mundo, y grandes mundos en los libros»; «Necesitamos vivir simplemente para que otros puedan simplemente vivir»; «No es lo mismo trabajar en el arte por amor que trabajar por amor al arte».
Ideas más directas
En ocasiones, el retruécano permite simplificar una idea o hacerla explícita. De este modo, este recurso puede aparecer en el lenguaje coloquial, incluso de forma espontánea: “Trabajo para vivir, no vivo para trabajar”, “Estoy harto de estar harto”.
En el habla cotidiana, el retruécano suele aparecer en forma de frases hechas, de citas de diversas fuentes (que muchas veces han sido distorsionadas con el paso del tiempo), y le brinda a la comunicación un tono relativamente categórico, es decir, no da lugar a la discusión. Tomemos otro de los muchos ejemplos que podemos encontrar en una conversación informal: «El que no vive para servir, no sirve para vivir». Se trata de una afirmación bastante cuestionable, que suele generar objeciones, aunque esto se oponga a la intención del emisor.
Si bien es cierto que podemos interpretar este retruécano de varias formas, hay muchas personas que rechazan una visión de la vida que se enfoque tanto en el «dar» y sancione, de alguna manera, la decisión de disfrutar. Claro que esta frase no siempre se dice para juzgar el comportamiento ajeno; a veces, simplemente se usa para hacer referencia a uno mismo. Sin embargo, incluso en esos casos el receptor puede sentirse tocado a causa de la ya mencionada naturaleza categórica de retruécanos como éste.
Volvemos al principio de este apartado y retomamos palabras como «directo» y «simple», que pueden ser conceptos muy útiles en ciertos contextos pero peligroso en otros, cuando la complejidad es demasiado grande como para reducirla a una frase hecha. Nuestro interlocutor es un ser vivo, con miles de experiencias, con miedos, con traumas y también con sus propias ideas; no podemos encararlo con ideas rígidas pretendiendo que las acepte sin más. No está mal usar un lenguaje juguetón para amenizar una conversación, siempre que recordemos que nuestra intención no siempre llega con claridad a la otra parte.