La transición energética es el proceso que se lleva a cabo para modificar el modo de generación, distribución y consumo de energía con la finalidad de reducir el efecto invernadero. Este cambio es promovido partiendo de la aceptación de la injerencia humana en el cambio climático.
En este sentido hay que mencionar que las actividades que se realizan apelando a combustibles fósiles producen emisiones de gases de efecto invernadero (GEI). Por eso la transición energética apunta a minimizar el uso de dichos combustibles, reemplazándolos por energías renovables o energía nuclear.
Historia de la transición energética
La historia de la transición energética, en el sentido más amplio del concepto, está asociada en un primer momento a la disponibilidad de recursos.
En la época preindustrial, el ser humano recurría al agua, el viento, la biomasa, los animales o a su propia fuerza como fuente de energía. Se trataba de elementos que, en general, tenía a su alcance.
Con el desarrollo de la industria, hubo una transición energética hacia recursos que permitieron una mecanización de las tareas. La madera, el carbón, la turba, el vapor y el aceite de ballena estuvieron entre los productos más usados antes de la transición masiva a los combustibles fósiles, sobre todo al petróleo y sus derivados.
Ventajas y desventajas de los combustibles fósiles
Los combustibles fósiles provienen de biomasa originada mucho tiempo atrás que, luego de su enterramiento, se transformó debido al incremento de la temperatura y la presión, generando petróleo, gas natural o carbón.
La principal ventaja que ofrecen los combustibles fósiles es que sirven para obtener energía concentrada. Esta característica propició el desarrollo tecnológico asociado a la Revolución Industrial que modificó la cotidianeidad a partir de múltiples máquinas alimentadas con estos combustibles. Debe considerarse que la mayor parte de la electricidad se genera transformando combustibles fósiles.
Si bien estos combustibles favorecieron un gran avance, el impacto ambiental de su extracción y uso es notorio. Por un lado, la extracción de recursos naturales es finita: el petróleo, el gas natural y el carbón tarde o temprano se van a agotar ya que no llegan a regenerarse para cubrir la demanda.
Por otra parte, las reclamaciones ambientales se orientan a la contaminación del aire. La combustión produce dióxido de carbono (CO2) cuando es completa y monóxido de carbono (CO) cuando resulta incompleta. El CO2, el metano (CH4) y otros gases son señalados como responsables del efecto invernadero, ya que al acumularse en la atmósfera impiden que los rayos del sol que rebotan contra la superficie terrestre vuelvan a salir al espacio exterior.
El efecto invernadero, por lo tanto, provoca un aumento de la temperatura terrestre. Debido a que la emisión de estos gases es causada por la actividad humana, se entiende que el calentamiento global es antropogénico.
La importancia de la transición energética
El cambio climático relacionado con el calentamiento global atenta contra la biodiversidad, aumenta la temperatura de los océanos, derrite los glaciares e incrementa el nivel del mar. También contribuye a la desertificación, acentúa la intensidad de los fenómenos meteorológicos y tiene efectos sociales (provocando migraciones, por ejemplo).
Frente a estas consecuencias negativas, la sociedad global reconoció la importancia de reducir el uso de combustibles fósiles y desarrollar una transición energética. Instrumentos surgidos de las negociaciones climáticas internacionales como el Acuerdo de París y el Protocolo de Kioto sentaron las bases y establecieron pautas para el proceso.
En el caso del Acuerdo de Paris, los gobiernos de una gran cantidad de países se comprometieron a trabajar para mantener el calentamiento global por debajo de los 2 ºC de incremento de la temperatura en comparación a los niveles de la era preindustrial. Antes, el Protocolo de Kioto ya había establecido un compromiso que asumieron las potencias industrializadas para reducir sus emisiones de CO2 y el resto de los gases de efecto invernadero.
La transición energética exige desinvertir en combustibles fósiles y fomentar la adopción de energía solar, energía eólica y energía nuclear. Con este cambio en la política energética, se puede lograr un desarrollo sostenible con una menor huella de carbono.
La descarbonización puede ser incentivada con legislación ambiental, subsidios a la energía verde e impuestos a las emisiones de carbono, entre otras medidas. Debe tenerse en cuenta que, para lograr la transición energética, hay que trabajar en numerosos aspectos. Entre ellos aparecen la eficiencia energética y la conservación de energía.
La electrificación
Los especialistas coinciden en que, en el camino a la descarbonización, se hace imprescindible avanzar con la electrificación. Esta noción refiere a emplear la electricidad que se obtiene de fuentes renovables como vector energético del proceso de transición.
Favorecer el uso de vehículos eléctricos, en este contexto, es trascendental en la lucha contra el calentamiento global. Para promover la adopción de automóviles que funcionen con electricidad en lugar de combustibles fósiles, se deben desarrollar infraestructuras de recarga apropiadas que ayuden a la movilidad sostenible.