El ultrasonido es una onda sonora cuya frecuencia supera el límite perceptible por el oído humano (es decir, el sonido no puede ser captado por las personas ya que se ubica en torno al espectro de 20.000 Hz).
Existen múltiples aplicaciones del ultrasonido. A nivel industrial, permite medir distancias o desarrollar ensayos no destructivos, por ejemplo. Otro uso muy frecuente tiene lugar en el campo de la medicina.
Usos del ultrasonido
La ecografía es uno de los procedimientos más populares vinculados al ultrasonido. La emisión de este tipo de sonidos dirigidos hacia un cuerpo permite formar una imagen que se utiliza con fines de diagnóstico. Un dispositivo conocido como transductor emite las ondas de ultrasonido hacia la masa en estudio y luego recibe su eco. Una computadora se encarga de convertir dicho eco en una imagen que se muestra en una pantalla.
Gracias a que no utiliza ningún tipo de radiación, la ecografía es usada para visualizar el feto que se está formando en el vientre materno. La colocación de un gel sobre la piel ayuda a la correcta transmisión del ultrasonido.
El ultrasonido también es útil como repelente de insectos. Algunos ordenadores o teléfonos móviles son capaces de reproducir una onda acústica que molesta a los insectos y que los mantiene alejados.
La ecolocalización
Especies como los murciélagos y los delfines utilizan el ultrasonido como una especie de radar.
El fenómeno, conocido como ecolocalización, tiene lugar cuando las ondas sonoras que emiten estos animales «rebotan» contra los objetos que se encuentran a su alrededor y permiten crear una especie de «imagen».
Ultrasonido y fisioterapia
Durante un tratamiento de fisioterapia, el ultrasonido es utilizado muy frecuentemente. Entre sus beneficios con respecto al uso de calor o frío se encuentra que no produce ningún efecto físico perceptible por el paciente, no genera ninguna sensación inmediata. Sin embargo, no se trata de un placebo: sus efectos curativos han sido probados a nivel científico.
Con respecto a su trabajo en el organismo, se utiliza un equipo capaz de transferir ondas mecánicas de una frecuencia superior a las del sonido a través de un gel, el cual permite que se propague y transmita energía (calor) debido a las vibraciones producidas por las ondas.
Las vibraciones dan lugar al movimiento de las células, mejorando la cicatrización y, al mismo tiempo, aumentando la temperatura de la región en la que se aplica el ultrasonido. Sin embargo, como se señaló anteriormente, los pacientes no perciben este cambio térmico; la razón reside en que hay muy pocos receptores de calor en las profundidades de los tejidos.
Con respecto a los criterios para la aplicación del ultrasonido en tratamientos fisioterapéuticos, se cuentan el tiempo, las dimensiones de la superficie a tratar y las del cabezal (el primero de estos parámetros depende de los dos restantes). En general se realizan aplicaciones que duran entre 2 y 6 minutos y tan solo a lo largo de las primeras sesiones, dado que su objetivo principal es reducir la inflamación, que no suele durar más de 5 días, y contribuir con la fibroplasia (generación de tejido fibroso durante la cicatrización), que no supera las 3 semanas.
Dependiendo del tiempo de cicatrización de cada paciente, entre otros factores personales, la cantidad de sesiones de ultrasonido varía. En promedio, sin embargo, se estima que su uso no supera las 8 aplicaciones, a lo largo de 3 semanas.
La sonoluminiscencia
Cuando se somete un líquido a ultrasonidos se generan ciertas cavidades que, una vez que colapsan, alcanzan temperaturas de 30 mil grados Celsius y tiene lugar el fenómeno denominado sonoluminiscencia, durante el cual se produce la emisión de luz.
Algunas investigaciones intentan demostrar que en dichas cavidades puede tener lugar la fusión fría, una reacción nuclear de fusión que se da a temperaturas muy por debajo de las necesarias para producir una reacción termonuclear.