Vasallaje es la relación que, en la antigüedad, mantenía un individuo con su señor. Dicho vínculo implicaba lealtad y, a su vez, dependencia y sumisión: el vasallo debía brindar asistencia militar y política al señor, quien a cambio le entregaba tierras para su usufructo.
El vasallaje era regulado por un contrato bilateral (con obligaciones para los dos partes). Si el vasallo o el señor cometían un incumplimiento grave, el vínculo podía disolverse. Es importante destacar que la relación se forjaba entre dos hombres libres (un plebeyo y un noble, o un noble de estatus inferior y un noble de estatus superior).
Recorrido etimológico
Con respecto a la etimología de la palabra vasallo, podemos decir que su origen más remoto se encuentra en los términos gwas (en galés, «sirviente» o «joven»), foss (en irlandés, «sirviente») y goaz (en bretón, «hombre» o «sirviente»). Por otro lado, esto también la relaciona con la raíz indoeuropea wasso-, la cual servía para denotar el concepto de «joven escudero».
De todo esto surgió vassus, el término del latín clásico para denominar a los «sirvientes», el cual más tarde derivó en vassallus, ya en el latín medieval. En las lenguas galorromances también existió vassellitus, un diminutivo de vassallus para hablar de un «joven noble», un «paje» o un «escudero».
Inicio del vasallaje
Todo comenzaba por medio de una ceremonia de homenaje e investidura, en la cual se consagraba dicho contrato para que comenzase a tener vigencia la relación de vasallaje. En pocas palabras, el vasallo debía apoyar sus manos sobre las del señor y declararse «hombre suyo», además de jurarle fidelidad.
Luego, el señor le daba al vasallo una rama o un puñado de tierra para simbolizar las tierras que le cedería.
Además de la prestación militar, el vasallo se comprometía a brindar a su señor auxilio económico y consejo; el otro, por su parte, le prometía protección militar, defensa judicial y manutención, además de las tierras.
Diferencias con la servidumbre
No se debe confundir entre la servidumbre y el vasallaje. En el primer caso, el siervo era casi un esclavo y su señor feudal podía venderlo junto a la tierra que explotaba. En el vasallaje, el vínculo se daba entre personas de un estamento similar.
A pesar de dichas diferencias, es importante señalar que el vasallaje solamente fue voluntario en sus primeros tiempos; a medida que los señores se hicieron más y más poderosos, finalmente consiguieron que este régimen se volviera obligatorio, de forma que ningún hombre pudiera optar por no someterse a él.
La pirámide del vasallaje
Muchas veces los vasallos de un señor eran, a su vez, señores de otros vasallos. Esto quiere decir que una persona podía ser vasallo respecto a otra, pero de manera simultánea contar con los privilegios de señor ante otros sujetos. De esta forma se creaba una pirámide social encabezada por el emperador o el rey.
Dicha pirámide, a menudo denominada feudal o del vasallaje, representaba una red de relaciones de tipo feudo-vasalláticas o vasalláticas, caracterizadas por las promesas explicadas más arriba.
En la cima de una pirámide feudal se hallaba el emperador, seguido por los reyes, la alta nobleza (condes, marqueses y duques), la nobleza intermedia (señores) y, finalmente, la baja nobleza (barones, vizcondes, caballeros, infanzones, escuderos e hidalgos, entre otros). En cada nivel de la pirámide también era particular el tamaño del feudo, el cual podía abarcar, por ejemplo, una aldea, una comarca o una región completa.
La decadencia del sistema
Los historiadores sostienen que el vasallaje comenzó a caer cuando los imperios perdieron poder y la autoridad se descentralizó. Muchos feudos, en este contexto, pasaron a ser hereditarios.
Finalmente esta relación social se disolvió y comenzaron a surgir otras clases de vínculos políticos y económicos, muchas veces regidos por la institución conocida como mercado.