Un vehículo autónomo es un medio de locomoción que se dirige y controla por sí mismo, sin necesidad de contar con un conductor humano. A través de diversos recursos tecnológicos, estos transportes imitan las capacidades de las personas al manejar.
Gracias a la percepción y el análisis del entorno, los vehículos autónomos logran desplazarse sin colisionar. De todos modos, los sistemas pueden fallar, con lo cual el riesgo de una contingencia o accidente siempre está presente.
Historia de los vehículos autónomos
La historia de los vehículos autónomos se desarrolló de forma paulatina, con pequeños avances hasta llegar a la actualidad con coches que disponen de una autonomía casi absoluta en cuanto a la conducción. En 1925, por ejemplo, el ingeniero Francis P. Houdina alcanzó la fama al producir un coche que se manejaba a distancia apelando a un control por radiofrecuencia, aunque este automóvil carecía de autonomía.
Se suele nombrar al diseñador estadounidense Norman Bel Geddes como el pionero de este campo ya que, en una exhibición que General Motors auspició en el marco de la Exposición Universal de 1939 que tuvo lugar en Nueva York, presentó un vehículo eléctrico cuyo control era realizado por un circuito de electricidad instalado directamente en el pavimento.
No obstante, recién en 1980 se logró fabricar un vehículo autónomo similar a los que pueden verse en la actualidad. En aquel año, la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzados de Defensa del gobierno estadounidense dio a conocer un automóvil que se guiaba a través de visión computarizada, sensores radar y láser.
También en la década del «80, el alemán Ernst Dickmanns -apoyado por la Universidad Bundeswehr de Múnich– creó un vehículo autónomo modificando una camioneta Mercedes-Benz. Luego, con el patrocinio de la Comisión Europea a través del proyecto Eureka, Dickmanns hizo lo mismo con otros vehículos, llegando a completar un trayecto de casi 1.000 kilómetros para unir Múnich y Copenhague en 1995.
La tecnología
Los coches autónomos basan su funcionamiento en el aprovechamiento de la tecnología. Estas herramientas le permiten captar y procesar datos del entorno, logrando detectar obstáculos, interpretar carteles y señales de tránsito y guiar su marcha.
Sensores LIDAR, láser, radar, cámaras de visión computarizada, sistemas de posicionamiento global (GPS) y software de navegación forman parte de su equipamiento. Para el procesamiento de la información, estos vehículos apelan a la inteligencia artificial y evolucionan gracias al aprendizaje automático.
Debe considerarse que en el tráfico se dan múltiples situaciones de forma simultánea, que el ser humano procesa al instante para responder con eficiencia. En el caso de los vehículos autónomos, las máquinas deben trabajar con big data y computación en la nube para el procesamiento de imágenes, el reconocimiento de patrones y otras acciones imprescindibles para que puedan circular de manera segura.
En estos procesos intervienen algoritmos de percepción y de otra clase. Los coches también usan modelos probabilísticos. De este modo, «deciden» en función del resultado de cálculos complejos.
Niveles de automatización de los vehículos autónomos
La Administración Nacional de Seguridad del Tráfico en las Carreteras (NHTSA, según sus siglas en inglés) es un organismo estadounidense que estableció diferentes niveles de conducción autónoma en función de la independencia del vehículo y la necesidad de intervención humana. Cuando esa intervención resulta necesaria en todas las acciones, se habla del Nivel 0 (no hay ningún tipo de conducción autónoma, aunque sí el sistema emite alertas o avisos).
En el Nivel 1 se ubican aquellos coches con control de estabilidad y sistemas de frenado automático de emergencia. En estos casos, el vehículo cuenta con un único control de tipo automático a la vez.
El Nivel 2 abarca los vehículos que pueden controlar dos o más funciones de manera simultánea (como el control de velocidad que se conoce como crucero y la asistencia de mantenimiento de carril), pero el conductor humano sigue teniendo el control. Ya en el Nivel 3, el coche se conduce con autonomía, aunque requiere de la asistencia de un ser humano en determinadas situaciones.
El Nivel 4 supone la conducción autónoma real, aunque con limitaciones según el contexto. Finalmente el Nivel 5 contempla la automatización absoluta: estos coches se conducen a sí mismos sin la intervención de las personas e incluso pueden carecer de volante y pedales.
Seguridad y regulación
Si bien la conducción asistida ya está ampliamente extendida, los sistemas de control automático que otorgan autonomía a los vehículos siguen generando dudas en muchos ciudadanos. Más allá de las numerosas pruebas de seguridad ya realizadas, hay quienes temen a eventuales fallos que lleven a los vehículos a tomar decisiones equivocadas.
Sin embargo, cada año más de un millón de personas mueren en siniestros viales a nivel mundial. De acuerdo a investigaciones, el 90% de los mal llamados accidentes son causados por errores humanos. Dicha fuente de colisiones y atropellos, por lo tanto, sería eliminada por los vehículos autónomos.
Uno de los desafíos para el crecimiento de los coches de conducción autónoma es el marco regulatorio. Supongamos que un automóvil de este tipo provoca un choque: ¿a qué persona se le atribuiría la responsabilidad? Podría ser al fabricante del vehículo o al pasajero que indicó el destino, por ejemplo. Esta clase de cuestiones deben resolverse con nuevas legislaciones e incluso con otros tipos de pólizas de seguro.