El vocablo en latín volūmen ha impulsado la aparición del concepto de volumen, una palabra que permite describir al grosor o tamaño que posee un determinado objeto. Asimismo, el término sirve para identificar a la magnitud física que informa sobre la extensión de un cuerpo en relación a tres dimensiones (alto, largo y ancho). Dentro del Sistema Internacional, la unidad que le corresponde es el metro cúbico (m3).
Igualmente una acepción muy utilizada en nuestro día a día de este término es la que se emplea en el ámbito laboral como sinónimo de cantidad. Así, por ejemplo, es frecuente que se diga: «Esta empresa en la que opera Manuel se caracteriza porque cuenta con un importante volumen de trabajo respecto a sus más directas competidoras».
Cabe resaltar además que se puede hablar de volumen cuando se desea hacer foco en la intensidad que puede llegar a tener un sonido que se reproduce en algún equipo de audio o que se emite bajo cualquier condición y cuando se quiere mencionar a los tomos de un libro encuadernado. En el campo de la geometría, se habla de volumen cuando se aborda el espacio que ocupa un determinado cuerpo, mientras que para la numismática, es el grosor que posee una moneda o medalla.
El volumen en la física
Resulta interesante resaltar también que, como magnitud física, se reconocen tres clases de unidades de volumen: las de volumen sólido (se utilizan para medir el volumen de un cuerpo por medio de unidades de longitud que se elevan a la tercera potencia), las unidades de volumen líquido (desarrolladas para establecer el volumen que ocupa un líquido contenido dentro de un recipiente) y las unidades de volumen de árido o unidades de capacidad (las cuales permiten calcular el volumen que ocupan las cosechas que se almacenan en silos y graneros).
Respecto a las distintas unidades de medidas que el Sistema Internacional de Unidades establece podemos subrayar que en el caso del volumen sólido nos encontramos con el metro cúbico, el kilómetro cúbico, el hectómetro cúbico o el decámetro cúbico. No obstante, el sistema inglés instaura como medidas la pulgada cúbica, el pie cúbico o milla cúbica, entre otras.
Por su parte, dicho sistema determina que las medidas que se deben utilizar para calcular lo que es el volumen líquido son el litro, el kilolitro, el centilitro, el decalitro o el mililitro, por ejemplo. Los ingleses, como sucede en el caso anterior, y los norteamericanos tienen sus propias medidas y en este caso las mismas son el barril, el cuarto, la pinta, la onza líquida, la cucharada o la taza.
La percepción del sonido
En lo que al sonido respecta, el volumen es una percepción de tipo subjetivo del hombre en relación a la potencia. La intensidad de un sonido se establece a partir de la cantidad de energía (denominada potencia acústica) que traspasa una superficie por segundo. A mayor potencia, más fuerte es el volumen. Un dato que conviene tener siempre presente es que volumen y sonoridad no son sinónimos, ya que éste último da nombre a cómo se percibe de modo subjetivo la intensidad.
El nivel de volumen se mide en decibelios (dB), que es una unidad logarítmica. Como convención se ha establecido que el umbral de audición de 0 dB es equivalente a un sonido que posea una presión de 20 micropascales.
En este sentido, hay que dejar patente que el hecho de que personas puedan estar sometidas a altos decibelios trae consigo efectos negativos tales como estrés, falta de concentración, irritabilidad o diversos síntomas depresivos. Y todo ello sin olvidar, por supuesto, consecuencias físicas tales como dolor de cabeza, problemas de audición, insomnio, cansancio, hipertensión, aumento de glucosa e incluso diversos problemas de tipo digestivo.