En el diccionario de la Real Academia Española (RAE), la primera acepción del término carga alude al acto y el resultado de cargar. El concepto, de todos modos, tiene múltiples usos.
Se conoce como carga eléctrica al nivel de electricidad presente en un cuerpo. Recordemos que la electricidad es una fuerza manifestada mediante el rechazo o la atracción entre las partículas cargadas, que se genera por la existencia de las partículas elementales denominadas protones (carga positiva) y electrones (carga negativa).
Qué es la carga eléctrica
Puede decirse que la carga eléctrica, por lo tanto, es una propiedad física de ciertas partículas. Aquella materia con carga eléctrica genera un campo electromagnético que, a su vez, influye en ella: hay una interacción entre este campo y la carga eléctrica. Mientras que las cargas eléctricas de diferente tipo se atraen, aquellas del mismo tipo se repelen.
La ciencia ha demostrado que, en el marco de un proceso físico, la carga eléctrica presente en un sistema aislado se mantiene siempre estable. Esto supone que el resultado de la suma de las cargas negativas y las cargas positivas nunca cambia. O dicho de otro modo: que no se registra la creación o la eliminación de carga eléctrica en un sistema aislado.
La unidad de carga eléctrica recibe el nombre de culombio. Esta magnitud física, cuya denominación homenajea a Charles-Augustin de Coulomb, expresa la cantidad de electricidad de un elemento. Un culombio está definido como el nivel de carga que una corriente eléctrica con una intensidad de un amperio transporta en un segundo.
El ser humano y la electricidad
Como ocurre con muchos conceptos que hoy en día se enmarcan en las diferentes ciencias, el ser humano comenzó a experimentar con su entorno y a mirar más allá desde hace siglos. Ya en la Antigua Grecia, por ejemplo, se sabía que si frotaban ámbar contra un trozo de piel animal éste adquiría la propiedad de atraer ciertos cuerpos de poco peso, como ser plumas y trozos de paja. Este descubrimiento estuvo a cargo de Tales de Mileto, un filósofo que vivió entre los siglos VII y VI a. C., o sea, hace cerca de dos milenios y medio.
Si viajamos en el tiempo a una época más reciente, el médico William Gilbert, oriundo de Inglaterra, observó en el siglo XVII que ciertos materiales se comportaban de modo similar al expuesto en el párrafo anterior, aunque en estos casos la atracción podía ejercerse sobre cuerpos más pesados. Es importante señalar que el ámbar recibe en griego un nombre cuya pronunciación se aproxima a ēlektron, razón por la cual Gilbert decidió que todos estos materiales fueran considerados «eléctricos».
Fue entonces que surgieron los conceptos de electricidad y carga eléctrica. Cabe mencionar que William Gilbert realizó un trabajo tan amplio que dejó estudios en los cuales podemos diferenciar claramente los fenómenos eléctricos de los magnéticos.
Otros aportes a la comprensión de las cargas eléctricas
Stephen Gray, otro científico nacido en Inglaterra, fue quien descubrió que si se conectan ciertos elementos con materiales eléctricos se producen fenómenos de atracción y repulsión. Por su parte, el físico francés Charles du Fay fue el primero en hablar de dos tipos diferentes de carga eléctrica, aunque recién con los estudios de Benjamin Franklin se pudo apreciar que luego de frotar dos cuerpos la electricidad de cada uno se distribuía en determinados puntos donde hubiese un mayor grado de atracción, y por ello decidió usar los conceptos de carga positiva y negativa.
Dichas observaciones recién en la primera mitad del siglo XIX se plantearon formalmente, en parte gracias a los experimentos que Michael Faraday, un físico británico, llevó a cabo sobre la electrolisis, los cuales abrieron las puertas al estudio del vínculo entre la electricidad y la materia.