La palabra «todo» anticipa la información detallada.
El vocablo del latín tardío cataphŏra, que alude al «ocaso de un astro», llegó al griego como kataphorá (traducible como «caída»). El concepto arribó a nuestro idioma como catáfora, que se emplea en el terreno de la lingüística.
TemasAnticipación del discurso
Se llama catáfora al vínculo que se instituye entre un elemento gramatical y una o más palabras que, en el discurso, se mencionan después. De esta manera, la catáfora implica anticipar algo que se expresará luego.
Veamos un ejemplo. Alguien puede comentar: «Te había advertido sobre esto, que la situación iba a complicarse tras el verano». En este caso, la catáfora se forja entre «esto» y «que la situación iba a complicarse tras el verano». Como se puede advertir, la persona primero realiza un adelanto sobre una advertencia que hizo y finalmente detalla qué es aquello que, justamente, se encargó de advertir.
Suele considerarse que la catáfora es una deíxis o deixis. Es decir, un señalamiento a una expresión, a un sitio, a una persona, etc., que se realiza a través de determinados elementos gramaticales. También hay quienes la califican como una figura literaria.
«Tengo todo lo necesario para el viaje: el bolso con la ropa, los pasajes, mis documentos personales y la billetera con dinero» es otro ejemplo de catáfora. En la primera parte de la oración, podemos encontrar una alusión a «todo lo necesario para el viaje», mientras que en el segundo tramo se concreta la catáfora con la mención a «el bolso con la ropa, los pasajes, mis documentos personales y la billetera con dinero».
Cohesión textual
Un detalle muy importante a la hora de estudiar la catáfora es que nos permite elaborar un discurso consistente, sólido, pero sin caer en la reiteración. Aunque en los ejemplos anteriores no sería necesario ni normal repetir la información que se presenta, veamos un caso en el que sí deberíamos hacerlo si no existiera esta figura: «Sí, todavía estamos esperándolo, pero Juan siempre llega tarde»; si no pudiéramos recurrir al pronombre personal «lo», que designa a «Juan», nos veríamos obligados a repetir su nombre tantas veces como quisiéramos hacer referencia a él a lo largo del mensaje.
Hablando específicamente de la cohesión textual, se trata de la propiedad del discurso que lo vuelve fácil de comprender porque sus ideas están organizadas. Siempre deberíamos apuntar a construir nuestros mensajes de esta manera, además de alcanzar otros dos objetivos esenciales de la buena comunicación:
* evitar la contradicción, es decir, hablar con coherencia;
* aprovechar la adecuación, usando las mejores fórmulas para cada contexto.
Anáfora
Otro concepto que se relaciona con el de atáfora es la anáfora, que a simple vista presenta la información en el orden opuesto: mientras que la atáfora lo hace después, la anáfora la coloca antes del término que la reemplaza. Veamos un ejemplo de la misma oración escrita de dos maneras diferentes, haciendo uso de estas dos figuras:
A diferencia de la anáfora, la información se presenta al final.
* «Está muy estresado, por eso no responde a tus mensajes». La anáfora nos presenta la información primero y luego la reemplaza por «eso»;
* «Es por eso que no responde, porque está muy estresado». La atáfora, en cambio, comienza por el término sustitutivo.
Claro que también podemos expresar lo mismo sin hacer uso de ninguna de estas dos figuras de la retórica: «No responde porque está muy estresado». Sin embargo, de esta manera la oración puede perder algo de intensidad y coherencia con el resto de la conversación, ya que su rigidez la vuelve menos natural. Imaginemos que el interlocutor hace varios comentarios acerca de los problemas que está atravesando el sujeto en su vida laboral; como respuesta, el emisor puede usar cualquiera de las dos primeras oraciones para agregar información. Si simplemente usara la tercera, parecería estar hablando solo.
