El cientificismo es una teoría que sostiene que un conocimiento solamente es válido cuando se obtiene a través de una práctica científica. También mencionado como cientifismo, se trata de una postura que promueve la aplicación del método científico y el desarrollo de las ciencias empíricas.
Para el cientifismo, el método inductivo que caracteriza a las ciencias naturales es el camino indicado para la generación de conocimiento. De hecho, el cientifismo sostiene que únicamente la ciencia puede ofrecer una descripción precisa de la realidad más allá de cualquier perspectiva.
Es habitual que se asocie el cientifismo al positivismo. Esta corriente del pensamiento solamente reconoce como válido el conocimiento científico, que surge exclusivamente del método científico.
El origen del cientificismo se vincula a la Ilustración y a su enfrentamiento a sus opositores. Los ilustrados estaban convencidos acerca del rol preponderante que la ciencia tenía que ocupar en la sociedad, con lo cual la posición del cientificismo resultaba indispensable para fomentar la construcción de conocimientos válidos y, por extensión, para propiciar el progreso.
Tradicionalmente, la sociedad nos inculca que el conocimiento científico es el más fiable, desprestigiando por lo tanto cualquier otra fuente de saber, en especial del ámbito de las humanidades: religioso, filosófico, etcétera. Esto nos lleva a crecer en un mundo donde solamente los más valientes se atreven a cuestionar la ciencia con postulados de este último grupo, ya que la mayoría de la gente se reirá de ellos sin piedad.
Sin embargo, no todo es blanco o negro. Hay científicos que se oponen a esta rigidez, y en particular al cientificismo. Tal es el caso de Paul Feyerabend, un filósofo de la ciencia nacido en el año 1924 en Viena y fallecido en 1994 en Zúrich. Para él, no existen reglas metodológicas que se salven de las excepciones o que sirvan para regir el avance de la ciencia, ya que asegura que ésta no se puede atar a normas universales o fijas.
Esto se encuentra en el contexto del anarquismo epistemológico, una teoría que desarrolló Feyerabend para apoyar sus ideas con respecto a la visión que deberíamos tener de la ciencia. De hecho, señala que el cientificismo es perjudicial para ésta, porque no le permite adaptarse al contexto, encerrándola en una serie de leyes imposibles de cambiar. Si se establece una única metodología inamovible, la ciencia no puede desarrollarse.
Feyerabend también decía que la ciencia lleva la anarquía en su esencia, de manera que para evolucionar no puede estar atada a una serie de normas fijas ni al pensamiento de un grupo cerrado de personas. Acusó a la comunidad científica de presentar sus conocimientos de una forma simple y aburrida, siempre teñida de una inflexibilidad que no debería asociarse con ellos.
Es importante tener en cuenta que la noción de cientificismo también se emplea de manera despectiva. En este caso, el término alude a la tendencia de otorgar un valor exagerado a los conocimientos científicos o a aquellos que se presentan como tales.
El cientificismo, en este marco, se asocia a una supuesta utilización inapropiada de los postulados científicos o a la aplicación de la ciencia en un terreno donde, en realidad, no puede aplicarse. Muchas veces la acusación de cientificismo procede de grupos religiosos o de quienes defienden una pseudociencia.
Entendemos el concepto de pseudociencia (que también puede escribirse seudociencia) como la práctica, creencia o afirmación que se presenta como parte de la ciencia, es decir como uno o más hechos que pueden ser probados por medio de la práctica, aunque en realidad no sea así. Por lo general, se acusa de pseudociencia a cualquier afirmación poco precisa, exagerada (es decir, que roce lo místico o mágico) o bien que contenga puntos que se contradigan entre sí.
