El concepto bretón de kôlôen-wénan se forma a partir de los vocablos kôlô (que puede traducirse como “paja”) y wénan (traducible como “abejas”). Dicha noción derivó en el celta kolmēnā, que llegó a nuestro idioma como colmena.
Se llama colmena al lugar donde viven las abejas. Se trata del sitio que ocupa una colonia de estos insectos: incluso puede denominarse colmena a la colonia en cuestión. En las colmenas pueden vivir cerca de 80 000 abejas, entre zánganos, obreras y la abeja reina.
Las abejas obreras son las más numerosas en una colmena. Son las hembras infértiles que se dedican, entre otras actividades, a limpiar y proteger la colmena, a construir los panales de cera y a producir la jalea real. Los zánganos, por su parte, son las abejas machos, que fecundan a las abejas reinas.
Los apicultores son los individuos dedicados a la cría de abejas. Estas personas pueden crear apiarios, también llamados colmenares, que son los espacios donde se distribuyen las colmenas.
Es posible diferenciar entre las colmenas rústicas (desarrolladas por las abejas de modo espontáneo y natural, sin la participación del ser humano) y las colmenas artificiales (fabricadas por el hombre con la intención de obtener la miel que producen las abejas). En este segundo grupo se puede distinguir entre las colmenas de panales móviles y las colmenas de panales fijos, que además pueden ser colmenas horizontales, verticales o de reproducción.
Cuando una abeja reina de edad avanzada se marcha de una colmena con un grupo de obreras para desarrollar otra colonia, se forma un enjambre a través del proceso conocido con el nombre de enjambrazón.
Es importante señalar que el modo en el cual las abejas construyen sus colmenas no se parece mucho al que utilizan otros insectos sociales, como ser las hormigas y los abejorros. Como se menciona en el párrafo anterior, el inicio de un nuevo enjambre y, por consiguiente, de una colonia se da cuando una abeja reina anciana se va de su colmena junto con muchas obreras, dejando a cargo a la reina de menos edad.
Las colmenas fabricadas por el ser humano tienen diversas partes bien diferenciadas, que pueden comprarse por separado o bien hacerse de forma casera, dependiendo del grado de habilidad de cada apicultor:
* el suelo y el tablero de vuelo;
* el alza inferior (también llamado cámara de cría);
* el alza mielífera;
* la entretapa, que tiene un hueco a través del cual es posible alimentar a las abejas en casos particulares. Uno de los materiales más comunes para su fabricación es la madera;
* el techo;
* cuadros móviles.
Una vez que los apicultores fabrican o adquieren una colmena artificial, llega el momento de encontrar el enjambre. Para ello revisan árboles donde haya colmenas naturales y hacen uso de una red similar a la usada para cazar mariposas o bien aproximan la colmena y dirigen al enjambre hacia su interior con ayuda de humo.
Existen varios procedimientos usados para atrapar a las abejas y conseguir que se adapten a su nuevo hábitat, para que comiencen a trabajar en la producción de miel. Sobra decir que la apicultura es una actividad que priva a las abejas de su libertad y, por lo tanto, los defensores de los animales se oponen terminantemente a ella.
El escritor Camilo José Cela publicó en el año 1951 una novela titulada La colmena a través de la editorial Emecé Editores. Dado su contenido, que hace diversas referencias a temas no tolerados en esa época por la dictadura de Franco, el libro no pudo ser publicado en España hasta 1955, cuando Manuel Fraga fue nombrado ministro del interior. A grandes rasgos, podemos decir que la obra está fragmentada en muchas anécdotas cortas que se cruzan entre ellas, como si se tratara de las celdas de una colmena.