El vocablo latino cortex derivó en el mozárabe kórčo, que a su vez llegó a nuestro idioma como corcho. Esa es la denominación que recibe el tejido vegetal formado por células que, por una transformación química, presentan la celulosa de su membrana convertida en suberina (una sustancia elástica e impermeable).
El corcho se halla en las raíces, las ramas y el sector periférico del tronco de ciertos árboles, como el alcornoque mediterráneo. Por lo general aparece como láminas de escaso grosor que forman capas.
Para extraer el corcho, se utiliza un hacha que permite quitar la corteza del árbol. De esta manera se obtienen las planchas de corcho, que se apilan durante al menos seis meses para que el material se estabilice.
Luego comienza el tratamiento industrial del corcho, que puede desarrollarse de distintas formas. Habitualmente las planchas se hierven durante una hora y después se someten a una curación de un año. Ya curado, el corcho se vuelve a hervir y finalmente se lo corta.
Por otra parte, con los restos de las planchas y con el corcho de calidad más baja, luego de un proceso de trituración, aglutinamiento y prensado, se produce un material aglomerado que tiene varios usos.
En el ámbito de la botánica, al tejido vegetal que comúnmente denominamos corcho se lo conoce con el nombre de felema o súber. Se trata de tejido muerto que recubre todo el tronco del árbol para proteger su interior de diferentes tipos de daño, como ser la acción de ciertos animales e insectos o bien de la desecación.
La suberina, mencionada más arriba, es el componente fundamental del corcho. Es un polímero natural que producen las paredes de ciertas células vegetales. Del mismo modo que sucede con la cutina (una macromolécula hallada en las plantas terrestres), la suberina está compuesta por ácidos grasos hidróxidos y epóxidos que se unen por medio de enlaces éster.
Sobra decir que el corcho es un producto de gran importancia en todo el mundo, en parte debido a la popularidad de las bebidas alcohólicas que suelen embotellarse y protegerse del exterior por medio de un tapón de este material. Todos los años, se producen 340 000 toneladas de corcho en todo el mundo, y el país que se encuentra a la cabeza es Portugal, con un volumen que supera el 60%.
Las cualidades del corcho son muy particulares, y lo vuelven especialmente atractivo para el ser humano:
* ligereza: su densidad es baja a causa de que casi el 90% de su volumen está formado por aire;
* elasticidad: el corcho puede recuperar su volumen inicial después de que se lo someta a una cierta deformación, y esto se puede apreciar en las tapas de este material. Permite una compresión cercana al 50% sin perder la posibilidad de volver a su forma y volumen originales;
* alto coeficiente de rozamiento: gracias a poseer un gran número de microventosas en su superficie se adhiere con facilidad, algo que lo vuelve fiable para sellar las botellas;
* impermeabilidad: gracias a la presencia de ceroides y suberina en sus células, no es fácil conseguir que un gas o un líquido atraviesen su estructura;
* aislamiento térmico: dado que su función natural es proteger el tronco del alcornoque, el corcho tiene entre sus propiedades la capacidad de resistir el paso del calor.
Una de las utilizaciones más comunes del corcho es la creación de tapones para botellas de vidrio. La mayoría de las botellas de vino, por ejemplo, se cierran con un tapón de corcho.
El corcho también se emplea para elaborar paneles. Colgando un panel de corcho de una pared, se pueden fijar notas con chinches o chinchetas, estableciendo una cartelera de anuncios o recordatorios.