El vocablo latino deformatio llegó a nuestro idioma como deformación. Se trata del proceso y la consecuencia de deformar: hacer que alguna cosa deje de tener su forma natural o habitual.
Por ejemplo: «La telefonía y las redes sociales han provocado una deformación del lenguaje», «Para evitar la deformación en la columna del feto, la madre debe consumir ácido fólico», «El fuego generó la deformación de la estructura de hierro».
En algunos casos, la deformación es un fenómeno físico. Un cuerpo puede cambiar de forma o de tamaño cuando se le aplican fuerzas. Estas deformaciones pueden ser permanentes o reversibles.
Una deformación permanente ocurre cuando, una vez retirada la carga, el cuerpo no recupera su forma original. Esto sucede si un automóvil choca contra una columna y se abolla su carrocería. En la deformación reversible, en cambio, el cuerpo retorna a su estado original cuando se deja de aplicar la fuerza que lo ha deformado: podemos tomar un elástico con las manos y estirarlo pero, al soltarlo, volverá a adoptar su forma precedente.
La deformación también puede ser simbólica o abstracta. Se habla de deformación profesional cuando una persona tiende a observar la realidad de acuerdo a la perspectiva de su profesión. Ante un aumento de la tasa de desocupación, por citar un caso, un economista puede centrarse en las estadísticas, mientras que un psicólogo puede hacer hincapié en el drama personal que padece aquél que se ha quedado sin trabajo.
Este fenómeno es muy común, especialmente entre las personas muy apasionadas por su trabajo o vocación, y puede resultar divertido si se da fuera de su ámbito profesional. Para que pueda apreciarse con más nitidez, es necesario que el individuo se encuentre rodeado de gente que no comparta sus conocimientos o intereses, de manera que sus comentarios parezcan aún más inesperados y fuera de lugar.
El concepto surge de la idea de que el profesional ha sufrido una distorsión en la forma en la que ve el mundo, a causa del entrenamiento que recibió para llegar a su situación laboral actual. En este caso debemos tomar en cuenta tanto el estudio formal como el individual, además de la formación que le hayan ofrecido las empresas para las cuales haya trabajado.
Claro que las conversaciones que mantenemos todos los días laborables con nuestros compañeros de trabajo no ayudan a alejarnos de la deformación profesional, ya que entre especialistas del mismo rubro suelen usar una jerga, o hacer referencia a conceptos muy específicos fuera de contexto.
La deformación del lenguaje, por otra parte, refiere a un cambio en el código utilizado para comunicarse. Esta alteración se puede producir, entre otros factores, por la tecnología: una persona que se comunica mediante mensajes de texto (SMS) con su teléfono puede escribir expresiones como «Grax x lo q has hecho» (en lugar de «Gracias por lo que has hecho») o «T veo + tarde» (por «Te veo más tarde»).
A menudo los mayores critican la forma de hablar y escribir de los jóvenes, acusándoles de usar un lenguaje prácticamente incomprensible y de cometer todo tipo de errores, como ser ortográficos y gramaticales. Si bien es una parte casi natural de nuestro desarrollo recorrer caminos diferentes a los de nuestros antepasados, y esto incluye la imposición de nuevas modas, la deformación del lenguaje es un problema serio y absolutamente injustificable.
La prueba irrefutable de que estamos ante un fenómeno nocivo es que impide la comunicación tanto a quienes la provocan como a quienes la deben soportar. Además del uso de abreviaciones a la hora de escribir mensajes de texto, la deformación del lenguaje en español se caracteriza por la adopción excesiva de anglicismos.