El verbo desacelerar alude a reducir la aceleración o la velocidad. Para comprender el término, por lo tanto, primero hay que centrarse en los conceptos de aceleración y velocidad.
La aceleración es una magnitud que refleja cómo varía la velocidad en una unidad de tiempo. La velocidad, en tanto, también es una magnitud, que en este caso indica el espacio que recorre un cuerpo en una unidad de tiempo.
Acelerar, de este modo, implica incrementar la velocidad: o sea, recorrer más distancia en un tiempo menor. Así, retomando la noción de desacelerar, se trata de dejar de acelerar y, por extensión, de aminorar la velocidad.
Puede señalarse que desacelerar es lo opuesto a acelerar. Cuando el conductor de un automóvil acelera, hace que el vehículo avance a mayor velocidad. Si, en cambio, opta por desacelerar, ya no le imprime velocidad al auto.
Claro que también podría ser válida la afirmación de que la desaceleración es lo mismo que la aceleración, ya que simplemente se trata de una variación en la velocidad con el signo opuesto al de esta última. El uso de dos términos es más útil para evitar una mayor abstracción en pos de una mera observación de la acción por medio de los sentidos.
Sí, el coche desacelera cuando el conductor decide bajar la velocidad, ya sea para llegar a frenarlo completamente o bien para avanzar más lentamente. Sin embargo, si quisiéramos llevar a cabo los cálculos para una simulación, no siempre sería necesario usar dos variables diferentes: se podría aprovechar una en ambos estados, y simplemente asignarle valores a ambos lados del cero para obtener la variación deseada.
Dicho de otra manera, para un científico no es necesario el uso de palabras como «avance», «freno» o «desaceleración», sino que le basta con observar los valores de las diferentes variables para entender qué sucede en un momento dado. Si somos aún más meticulosos, no siempre podemos asumir que la aceleración es positiva y la desaceleración, negativa; esto depende del modo en el que se calcule el movimiento del objeto, en particular a su orientación sobre los ejes cartesianos del espacio tridimensional (o bidimensional, según el caso).
Si el movimiento de un cuerpo dado se calcula en un espacio teniendo en cuenta las coordenadas de este último, entonces el avance no siempre será positivo, sino que dependerá de su sentido en los ejes; por ejemplo: si se traslada de (1, 1, 1) a (2, 2, 2) siempre mirando hacia el frente, podemos decir que su movimiento es positivo en los tres ejes; sin embargo, si lo hace de (2, 2, 2) a (1, 1, 1), incluso si mira hacia delante, su «avance» tendrá un sentido negativo.
Esto se reflejará también en la aceleración y la desaceleración, que tendrán signo positivo o negativo según su orientación en el espacio. Si, en cambio, los ejes que tenemos en cuenta son los propios del objeto, los que pertenecen a su espacio local, podemos conseguir que su avance y su aceleración siempre tengan signo positivo, y que su retroceso y su desaceleración siempre tengan signo negativo.
Desacelerar también se usa respecto a la retracción, la contracción o la caída de algo. Supongamos que un país lucha contra la inflación desde hace trimestres. En un periodo registra una inflación del 4%; al siguiente, luego de diversas medidas tomadas por el gobierno, la inflación se sitúa en el 2%. Esto demuestra que la política económica aplicada logró desacelerar el proceso inflacionario.
Veamos la situación de una pandemia en crecimiento. Mientras los contagios aumentan de forma casi inevitable, las autoridades intentan desacelerar la propagación para que el número de infectados no crezca exponencialmente. Con dicho objetivo pueden tomar diferentes decisiones, como fomentar el aislamiento a través de la prohibición de circular por las calles.