El vocablo latino sfacciatezza llegó a nuestro idioma como desfachatez. Este adjetivo alude a la falta de vergüenza, pudor, decoro o decencia. Quien actúa con desfachatez, por lo tanto, se desenvuelve sin recato.
Por ejemplo: “El futbolista volvió a mostrar su desfachatez al cantar en vivo en un programa de televisión”, “Me asombra la desfachatez de los políticos que intentan justificar su riqueza con argumentos insólitos”, “Los fieles no toleraron la desfachatez del hombre que ingresó con el torso desnudo al templo”.
De acuerdo al contexto, la desfachatez puede ser valorada de manera positiva o negativa. En algunos casos, ser desfachatado se asocia a la valentía. A un jugador de básquetbol (baloncesto), por citar un caso, se le puede valorar positivamente la desfachatez que lo lleva a atacar la canasta rival de manera constante, sin importarle si sus defensores son más altos o fuertes.
En otras situaciones, la desfachatez se toma como una falta de respeto. Supongamos que un funcionario público decide contratar a su esposa y a sus tres hijos como asistentes, asignándoles salarios muy elevados que se pagan con fondos públicos. Ante las críticas del periodismo y de la opinión pública, el funcionario responde que contrató a sus familiares porque no existen trabajadores más calificados. Esa postura absurda, que pretende justificar algo injustificable, puede ser calificada como una muestra de desfachatez.
Por lamentable que parezca, en el mundo de la política es muy común la desfachatez, la cual se puede apreciar a través de decisiones como la expuesta en el párrafo anterior, o bien del robo de dinero público para su uso en negocios personales, entre otros delitos que se exponen a diario en los periódicos.
La desfachatez de los dirigentes políticos da lugar a varios tipos de reacciones: por un lado, los medios de comunicación dedicados al periodismo imparcial y transparente hacen lo posible por exponerlos públicamente para frenar sus actos de corrupción; los comediantes, por su parte, se dedican a imitarlos y ridiculizar sus actos para demostrar su disconformidad.
Otra posibilidad es que la desfachatez no sea juzgada en un sentido moral. Un joven que comienza a cantar en el transporte público sin pedir nada a cambio, solo por placer, puede ser mencionado como desfachatado ya que ni la gente ni la situación lo inhiben.
Dicho individuo puede ser calificado de desfachatado pero, como se indica en el párrafo anterior, no con malicia sino haciendo alusión a su actitud desprendida y desvergonzada, que le permite moverse con libertad por el mundo, sin hacer caso de las presiones que siempre están ahí para bloquearnos e intentar que nos acomodemos en una estructura inquebrantable.
Hay casos en los cuales no se provoca un daño a una persona específica ni a alguien que se vea privado de sus derechos básicos, pero sí se viola una cierta norma que priva a quienes la cumplen de acceder a un cierto beneficio. Por ejemplo, cuando alguien hace trampa en un concurso y consigue ganar el premio, incluso si no hubiera otros participantes se trata de un acto de injusticia y, por qué no, desfachatez.
En cualquier caso, ya sea positivo o negativo, se entiende por desfachatez a la actitud que se caracteriza por la falta de atención a la respuesta por parte de los demás, a la repercusión que tendrá en el entorno. Algunos de los sinónimos más comunes de este término son los siguientes: descaro, cinismo, insolencia, frescura, osadía y atrevimiento. Con respecto a sus antónimos, podemos mencionar prudencia y decoro.
Podemos pensar que cuando la desfachatez no hace daño a nadie, no es más que «frescura» o «expontaneidad», e incluso «osadía» o «atrevimiento», sobre todo si se trata de actos que demuestren una gran valentía. El resto de los sinónimos sirven para los casos en los cuales existe el incumplimiento de una norma fundamental para la convivencia en sociedad.