La desigualdad de género es una lamentable realidad que se caracteriza por inequidades sociales y actos de discriminación motivados por el género que distingue a alguien, ya sea femenino o masculino.
Si bien las mujeres son, por lejos, las más afectadas cuando prevalece el patriarcado y hay una marcada falta de igualdad de género, los hombres también pueden ser, eventualmente, víctimas de prejuicios, estereotipos y de derechos vulnerados.
Es imprescindible que a nivel mundial haya un quiebre de mentalidad que apueste por un futuro más armonioso en el cual haya libertad, justicia, respeto e igualdad de oportunidades para todos, independientemente de las creencias, la orientación sexual, la edad, la posición económica o el origen que cada uno tenga. Hay que seguir apostando a campañas de concienciación para erradicar la violencia y la discriminación en todas sus formas y educar a las nuevas generaciones con valores y buenas costumbres para instaurar, definitivamente, la cultura de la aceptación, la empatía y la tolerancia al prójimo.
Desigualdad de género en múltiples ámbitos
La desigualdad de género se advierte, hoy en día, en múltiples ámbitos.
Las desventajas y los obstáculos que padecen las mujeres simplemente por pertenecer al género femenino se observan a diario en la vida cotidiana pero se tornan más evidentes al analizar la posición o el espacio que se les da en la esfera laboral, en el campo de la política, dentro de la cultura y en los medios de comunicación. También en la educación y en cuestiones económicas hay diferencias entre «ellas» y «ellos» que se traducen en una desigualdad en la toma de decisiones e inequidades al comparar el porcentaje de hombres y mujeres en posiciones de poder.
Hay que considerar que las realidades sociales varían entre una nación y otra en función de factores sociales, tendencias, estilos de vida y fenómenos culturales o religiosos que influyen en cada población.
Para lograr que finalmente, por ejemplo, se reduzca la brecha salarial de género y se garantice la paridad de género en política es esencial, en primer lugar, identificar las causas, los motivos y las estadísticas que den un pantallazo sobre la situación de las mujeres en cuanto a libertad, participación, liderazgo, reconocimiento, remuneración, etc. Con esos datos expuestos y analizados se pueden diseñar e impulsar acciones para darle batalla a la desigualdad en el acceso a la educación, reclamar autonomía y seguridad económica para mujeres y denunciar las eventuales violaciones que se hagan en relación a los derechos económicos de la mujer, entre otros asuntos.
Consecuencias
La desigualdad de género tiene efectos negativos en el aspecto emocional, personal y profesional de millones de mujeres. Ellas son, por lo general, las que cargan y padecen las consecuencias del machismo y las que deben alzar su voz para reclamar desde igualdad de remuneración hasta cambios en la legislación y en la mentalidad colectiva para vivir un poco más tranquilas, seguras y protegidas entre tantos hombres que conciben a la figura femenina como un objeto.
De acuerdo a numerosas estadísticas, a escala internacional existe todavía una brecha digital de género que pone en desventaja a las mujeres. Ante esto, desde diferentes organismos y movimientos se busca incitar una educación digital sin distinciones y fomentar la participación de mujeres en STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas).
Aunque todavía queda mucho por hacer y lograr, paulatinamente se va dejando atrás la antigua mirada sobre los roles de género. El empoderamiento de la mujer es una realidad que permite abrazar causas y luchas referentes a la educación de niñas, los derechos reproductivos, la autonomía corporal y a la prevención de la violencia de género, por enumerar algunas temáticas.
Ejemplos de desigualdad de género
Abundan, en todos los ámbitos, los ejemplos de desigualdad de género.
Al repasar la historia de los Juegos Olímpicos, por proponer una alternativa comprobable, se desprende que todo se ha dispuesto para garantizar paridad de género en la edición correspondiente a París 2024. Al viajar en el tiempo mediante registros se descubre que recién en 1900 llegaron las mujeres (muy pocas en ese entonces, y compitiendo nada más que en cróquet, tenis y golf) a esta clase de competencia. Con el correr de los años la presencia femenina ha ido en aumento y se expandió entre múltiples disciplinas, pero queda por delante insistir y demostrar que las mujeres deportistas también pueden (y merecen, siempre que tengan aptitudes, compromiso y preparación) ocupar puestos directivos, cargos de entrenadoras, etc.
Tampoco se puede ignorar que, incluso en la actualidad y aún cuando cada vez en más familias hay reparto de tareas, son más las mujeres que se encargan de las labores domésticas y pasan más tiempo ocupándose de distintos integrantes del hogar. Los varones, por su parte, siguen accediendo a mejores condiciones de trabajo, oportunidades de capacitación y a empleos de calidad en comparación a la media del género femenino.
En el caso de las mujeres rurales, específicamente, hay un mayor porcentaje de desigualdad en el acceso a recursos económicos y materiales, información, servicios y a la justicia.