El desorden es una realidad o un estado que se vincula a un desajuste o una desorganización que genera caos y confusión como consecuencia de haberse alterado o modificado un cierto orden.
Esta variación que transforma la disposición de algo, deriva en un desarreglo o condiciona el normal desarrollo o funcionamiento de un elemento puede producirse, observarse y padecerse en múltiples ámbitos. Por esa razón, el concepto se aborda desde diversas perspectivas y disciplinas.
Hay desorden en una vivienda, por ejemplo, cuando un niño se entretuvo con todos sus juguetes aprovechando con ellos toda la superficie a su disposición y olvidó o evitó regresarlos al baúl o rincón de guardado. Puede haber desorden en una casa o departamento, igualmente, producto de la irrupción de un delincuente que rompió, revolvió y forzó cajones y estantes con la intención de llevarse dinero y objetos de valor.
Una determinada personalidad, episodios traumáticos, factores neuroquímicos, cuestiones orgánicas y algunos efectos secundarios de medicamentos o enfermedades, en tanto, pueden precipitar o derivar en un desorden emocional. Ese desajuste desequilibra al sujeto hasta el punto de llegar a abrumarlo con pensamientos negativos, inestabilidad mental, sensaciones feas y crisis de angustia.
Tipos de desorden
Según se advierte en el día a día, hay numerosos tipos de desorden. El más cotidiano y, por lo tanto, fácil de reconocer es el desorden dentro del hogar o de la oficina / entorno laboral. Cuando cada objeto carece de un lugar asignado o no se deposita en su espacio original después de ser disfrutado, utilizado o aprovechado, el ambiente se convierte en un descontrol y, en ese marco, se complica encontrar cosas o tener los rincones bien arreglados (aunque hay quienes aseguran entender y estar familiarizados con su propio desorden).
Existe, de igual modo, el desorden psicológico relacionado a la salud mental. Hay muchos trastornos, enfermedades y sintomatologías que se enmarcan en este conjunto y requieren ser evaluados, diagnosticados y tratados por profesionales de la medicina. Las personas que atraviesan un desorden psicológico necesitan atención, cuidados, afecto y contención ya que sus cuadros habitualmente las hacen vulnerables, incrementan su nivel de estrés y/o ansiedad, perturban el estado de ánimo y hasta ponen en riesgo su capacidad y voluntad para la interacción social.
Desde la física, por otra parte, el análisis de un desorden conduce hacia la entropía, un vocablo que, aplicado a un sistema, da cuenta de la medida o magnitud de un desorden que presenta una variación en el estado o en las propiedades de un elemento o más. También la teoría del caos ofrece explicaciones y contribuye a la investigación en torno a cómo se comportan sistemas dinámicos imposibles de comprenderse o predecirse tal como ocurre con los sistemas caóticos e inestables a los cuales los revoluciona cualquier cambio o desbalance de las primeras condiciones.
No se pueden dejar de mencionar, asimismo, a los desórdenes sociales que desencadenan caos, desconcierto, disturbios y descontrol como ocurre ante cada situación de anarquía o siempre que se debilitan las instituciones y los organismos de un Estado ya que la comunidad pierde estabilidad, armonía y orden.
Los desórdenes económicos (de alcance internacional), los desórdenes biológicos y aquellos que afectan el bienestar y la salud (desequilibrios hormonales, desórdenes alimenticios, desórdenes autoinmunes), los desórdenes digitales, los desórdenes jurídicos y los desórdenes que se extienden en los campos de la cultura y el arte son otros focos de confusión e impacto por las transformaciones y alteraciones de un orden o equilibrio esperado.
Ventajas y desventajas
Alguien que lleva una vida desordenada y no consigue adoptar hábitos o rutinas que lo ayuden a lograr y mantener un orden se expone tanto a ventajas como a desventajas.
A favor tiene la seguridad y la confianza en sí mismo surgidas del hecho de poder desenvolverse bien en sitios o circunstancias cambiantes o inestables. También se fortalece la creatividad al tener que apelar a la imaginación y a las soluciones innovadoras para salir con éxito de contextos caóticos, desestabilizados, incómodos o imprevisibles. La inclinación al desorden, por agregar otro punto favorable o positivo, anima a alejarse del perfeccionismo y a ser más realistas y flexibles, cualidades que permiten adaptarse lo mejor posible a un cambio abrupto o a variaciones insospechadas.
De todos modos, nada mejor para la tranquilidad mental y la productividad que poder ser organizados y ordenados.
El desorden expone a peligros, demoras de tiempo, pérdidas y confusiones. Incluso distrae (o, al menos, resta poder de concentración) dada la gran cantidad de estímulos que quedan a la vista cuando un escritorio o sitio tiene elementos desparramados sin una lógica o un sentido puntual. Abarcar múltiples tareas en simultáneo es otro disparador de desorden, en ese caso mental, que agobia por el exceso de responsabilidades y la necesidad de distribuir adecuadamente un tiempo que, en ocasiones, no alcanza y termina provocando frustración, equivocaciones, olvidos y estrés.