El término detrito, también mencionado como detritus, procede del vocablo latino detrītus, que se traduce como “desgastado”. El concepto se emplea en la medicina y en la geología para nombrar al producto resultante de la disgregación en partículas de una materia sólida.
Por lo general se emplea la noción de detritos, en plural. También es de uso frecuente el adjetivo detrítico, que alude a aquello que está formado de detritos.
En el ámbito específico de la geología, los detritos son los sedimentos de las rocas que se generan por acción de la diagénesis, la meteorización o la erosión. Estos detritos suelen acumularse en las cuencas sedimentarias y componen las denominadas rocas sedimentarias.
Un ejemplo de material formado por detritos es la arcilla, que surge a partir de la meteorización de los minerales feldespatos. Esta roca sedimentaria es un coloide que se desarrolla con la acumulación de los silicatos de aluminio que provienen de la descomposición de granito y de otras rocas que presentan feldespato.
Un cono de detritos, por otra parte, es una estructura que surge a partir de la acumulación de los trozos de roca caídos desde una ladera o un acantilado. Al terminar en un valle, se amontonan en una especie de cono.
Para la biología, los detritos son aquellos sólidos que surgen cuando la materia orgánica se descompone. Se trata, por lo tanto, de materia muerta que procede de animales o plantas.
Se entiende por materia orgánica a la que está formada por compuestos orgánicos que se originan en los restos de organismos que hayan estado vivos, como pueden ser los animales y las plantas, pero también sus productos de residuo que se hallan en un entorno natural. Otros nombres por los que se conoce este concepto son material orgánico natural o, simplemente, material orgánico.
Un gran número de especies de protistas, hongos y bacterias se enmarcan en el grupo de los detritívoros, precisamente porque se alimentan de materia orgánica en estado de descomposición, es decir, de detritos. Estos seres vivos también se conocen con los nombres de detritófagos, descomponedores o saprófagos.
Los detritívoros son una parte fundamental de los ecosistemas, ya que sin ellos no se podría llevar a cabo el reciclado de los nutrientes y la descomposición de la materia orgánica. Es sabido que muchos de estos seres vivos no tienen la capacidad de digerir porciones de material orgánico, pero sí pueden absorberlo a nivel molecular, y éstos son los más importantes dentro de este grupo. Algunos científicos no incluyen a los carroñeros en este grupo, porque consumen grandes trozos de alimento.
Fuera de los detritívoros mencionados anteriormente, podemos encontrar muchos otros, como ser los siguientes: los milpiés (llamados formalmente diplópodos, una clase cuya característica más sobresaliente es que posee dos pares de patas articuladas en casi todos los segmentos dobles de su cuerpo); las cochinillas de la humedad (también conocidas como chanchitos de tierra, bichos bola o bichos bolita); las moscas carroñeras pertenecientes a la familia Sarcophagidae; las lombrices.
También se consideran detritívoros muchos insectos, entre los que encontramos algunos tipos de cangrejos violinistas (los cuales se caracterizan por excavar madrigueras en los bancos de arena de los terrenos pantanosos de las aguas del mar), terebélidos (también se conocen por el nombre de gusanos de cerdas, suelen ser muy pequeños y llevar vidas sedentarias), poliquetos (se cree que representan el grupo más antiguo de anélidos, un filo de animales invertebrados que suelen tener el cuerpo dividido en segmentos y con aspecto de gusano) y escarabajos.
Los detritos plásticos, por último, son los desechos producidos por actividades humanas que, ya sea de forma accidental o adrede, terminan en mares, ríos, lagos u otros cuerpos de agua.