El verbo devorar tiene su origen etimológico en el vocablo latino devorāre. Cuando se vincula a un animal, alude al acto de ingerir una presa. Por ejemplo: “El león no tardó en devorar a la cebra”, “Si te impresionas con facilidad, te sugiero que no sigas viendo este documental: creo que ahora el tigre va a devorar a un pequeño venado”, “Los cachorros son muy rápidos y no se dejan devorar con facilidad por su depredadores”.
A los animales que, en ocasiones, se alimentan de seres humanos, se los suele calificar como devoradores de hombres. Los leones, los tigres, los tiburones y los cocodrilos están entre las especies que registran mayores ataques a las personas.
Claro que en estos casos suele ocurrir que el ser humano da el primer paso hacia su propia muerte cuando invade el territorio del animal, ya sea para documentar su vida o, peor aún, para cazarlo. Desde nuestro punto de vista, los animales que cazan personas son «peligrosos», pero deberíamos ponernos a pensar en la imagen que tienen de nosotros esos osos, venados, leones y tantos otros que acabarán embalsamados y expuestos como trofeos.
La idea de devorar también se emplea cuando un individuo come de manera apresurada y con ansia: “¡Tengo hambre! Me voy a devorar unos cuatro o cinco sándwiches”, “Cuando el pequeño comenzó a devorar la tarta con tangas ganas, me sorprendí”, “¿Tienes que devorar la comida de esa forma? Mejor no te apresures y mastica con calma”.
En este contexto, se puede decir que devorar la comida es una de las peores costumbres si buscamos llevar una vida sana y equilibrada. El organismo no está preparado para ingerir los alimentos de forma compulsiva; por el contrario, se recomienda comer en pequeños bocados, masticarlos hasta que estén suficientemente blandos o desechos, según el producto, y recién entonces tragarlos.
Otro consejo muy útil para una alimentación adecuada es beber agua varias veces a lo largo de la comida, y no dejarla para el final. El agua nos ayuda muchas veces a tragar con facilidad los bocados, y esto puede impedir que se atoren en nuestra garganta.
Devorar, por otra parte, puede referirse a dedicar la atención o mucho tiempo a algo, consumiéndolo, utilizándolo, destruyéndolo o conquistándolo, según el caso: “Creo que me voy a devorar la nueva novela de Stephen King esta misma noche”, “Si el hombre sigue actuando de esta forma, se va a devorar el planeta”, “El joven cantante se propone devorar el mundo”.
Si nos fijamos en el primer ejemplo, puede hacer referencia a las personas calificadas como «devoralibros», un término compuesto que no se incluye en el diccionario oficial de la Real Academia Española aunque se usa con mucha frecuencia en el habla cotidiana. Se trata de alguien con una especial voracidad por la lectura, que puede o no discriminar los libros que consume.
Dependiendo del punto de vista y del contexto en el que se use esta palabra, puede tener una connotación negativa o neutral, como podemos apreciar en los siguientes ejemplos: «Soy una devoralibros de raza, así que no puedo imaginarme pasar una semana entera sin leer algo porque siempre tengo algún libro pendiente», «Con esa actitud de devoralibros no te permites asimilar lo que lees y esa no es forma de acercarse a la literatura».
El acto de atravesar una distancia a gran velocidad también puede mencionarse como devorar: “Al salir de la ciudad, el tráfico disminuyó y comenzamos a devorar kilómetros”, “La gente de esta región suele contar con camionetas 4×4 para devorar las dunas del desierto”, “Esta bicicleta me permite devorar caminos de todo tipo sin esfuerzo”.