La educación en valores es un paradigma educativo que busca inculcar el respeto, la empatía y la solidaridad. Se trata de un modelo de formación que trasciende la enseñanza de asignaturas o materias y apunta a favorecer el civismo y la inclusión.
Cabe destacar que el concepto de educación alude al proceso que se lleva a cabo para el desarrollo de las facultades morales y las capacidades intelectuales del ser humano. Los valores, en tanto, son virtudes o cualidades que se consideran positivas o favorables.
Características de la educación en valores
La educación en valores se caracteriza por ir más allá de los contenidos de la pedagogía tradicional, basados en el aprendizaje de temarios específicos. Su enfoque se orienta a la moral, instruyendo a los estudiantes para que se conviertan en ciudadanos capaces de contribuir a la construcción de una sociedad en armonía.
Este tipo de educación intenta que los niños y los jóvenes se transformen en miembros activos de su comunidad y que trabajen en pos de la igualdad y la justicia, enriqueciendo la vida en democracia a través del compromiso cívico. Para esto promueve la responsabilidad, la honestidad, la integridad y la tolerancia, por ejemplo.
La defensa de los derechos humanos es una de las prioridades de la educación en valores: cuando estos derechos son vulnerados, no hay paz posible. Se necesita, asimismo, fomentar habilidades para la comunicación asertiva y el diálogo, alentando una resolución de conflictos guiada por la negociación y la no violencia.
Diferencias con el enfoque tradicional
Es importante tener en cuenta que la educación en valores y la educación convencional no son opuestas ni contradictorias. Ambas son importantes para el desarrollo individual y comunitario y, en muchos aspectos, pueden complementarse.
La educación clásica posibilita la transmisión de conocimientos humanísticos y científicos. Puede decirse que se sustenta en saberes concretos y que se establece una especie de separación o división entre lo que ocurre en el interior del aula o salón y lo que pasa en el exterior.
La educación en valores, en cambio, tiene como finalidad la formación de ciudadanos comprometidos, solidarios y responsables. Aquello que se aprende en la escuela se aplica en todos los ámbitos de la vida, tanto académica como familiar y social en general. Estos valores, por supuesto, son difíciles de calificar o cuantificar: no se puede evaluar la compasión o ponerle un puntaje o puntuación a la conciencia social.
En un sentido amplio, puede decirse que la educación en valores introduce preceptos de la ética en el proceso de enseñanza y aprendizaje. Puede haber una tarea explícita con metodologías activas para lograr esa incorporación o un trabajo implícito que incentiva un proceso introspectivo en cada alumno.
Importancia de la educación en valores
La educación en valores es clave para la construcción de ciudadanía, entendiendo esta noción como el comportamiento que corresponde a un buen ciudadano. Se necesita este tipo de instrucción para formar individuos que respeten la diversidad, tengan sensibilidad cultural y comprendan la importancia de la cooperación.
Se requiere de un liderazgo ético, en este marco, para promover el pensamiento crítico y una conducta socialmente positiva. Los docentes en la escuela y los padres o tutores en el hogar deben enseñar cómo comportarse ya que ningún ser humano nace sabiendo cuál es el modo adecuado de actuar.
Cuestiones muy diversas, como la conservación ambiental o la preservación del patrimonio cultural de una comunidad, dependen de la educación en valores. Solo alguien que comprende las consecuencias de sus actos cotidianos puede interpretar la importancia del consumo responsable para contribuir a la sostenibilidad, por ejemplo. A su vez, aquel que entiende la relevancia del arte y la historia de su pueblo puede asumir la defensa y la promoción de ese legado a través del voluntariado, la filantropía y otras acciones.
La educación en valores, asimismo, fomenta el empoderamiento y la autonomía como todo proceso educativo pero, a su vez, resalta la trascendencia del aprendizaje colaborativo y el trabajo en equipo. Se enseña que no hay bienestar individual sin bienestar colectivo ya que existe una interdependencia entre las personas.
Las estrategias
Los educadores pueden apelar a distintas estrategias y metodologías para la enseñanza de valores. Un recurso frecuente es organizar debates entre los estudiantes sobre dilemas morales para desarrollar la escucha activa y la reflexión crítica.
El docente, por otro lado, puede señalar las actitudes individuales que son nocivas para la sociedad y así contribuir a la toma de conciencia. Sin embargo, es importante no fomentar la estigmatización: se debe explicar que el cambio es posible y que todas las personas merecen una segunda oportunidad.
La educación en valores, en definitiva, tiene que hacer visibles los mecanismos de funcionamiento de la sociedad para que cada sujeto esté en condiciones de intervenir positivamente. Moldear comportamientos que favorezcan la armonía colectiva y el progreso comunitario es posible a través de ejercicios, ejemplos y otras herramientas.